Brigitte Bardot ha fallecido ayer a los 91 años, dejando huérfana una gran parte del mundo del celuloide y marcando el fin de una era. Su leyenda se forjó bajo los focos de obras maestras como “Y Dios creó a la mujer” (1956), la cinta de Roger Vadim que la catapultó a la fama mundial con su icónico baile de mambo. No fue su único hito: demostró su madurez interpretativa en el drama judicial “La verdad” (1960) y alcanzó el Olimpo del cine de autor con “El desprecio” (1963) de Jean-Luc Godard. Entre revólveres y humor en “¡Viva María!” (1965) o cabalgando en el wéstern “Shalako” (1968) rodado en Almería.
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“B.B.” no solo fue el rostro que redefinió la sensualidad europea desde las playas de Saint-Tropez; fue, ante todo, un espíritu libre que entendía el automóvil no como un símbolo de estatus, sino como una herramienta de escape. Tras de sí, deja una filmografía legendaria y una lucha incansable por los derechos de los animales que, curiosamente, terminó dictando el fin de su vida como conductora.

Renault Floride
La elegancia de la ‘Nouvelle Vague’. A finales de los años 50, Bardot era la mujer más fotografiada del mundo. Renault, consciente de su magnetismo, la convirtió en la embajadora del Renault Floride. Este descapotable, con sus líneas suaves y aire chic, se convirtió en una extensión de su propia imagen.
No era solo marketing. Brigitte realmente disfrutaba de la ligereza del Floride por las carreteras de la Costa Azul. Con él, la actriz demostró que el coche ideal para una estrella no siempre tenía que ser un gigante de hierro, sino una máquina que permitiera sentir el viento y el sol de la Provenza.

De la distinción a la sencillez del Mini Moke
A medida que su fama crecía, su garaje se volvía más ecléctico y sofisticado. Por sus manos pasaron dos joyas de la ingeniería británica. La primera, un Rolls-Royce Silver Cloud I, el epítome del lujo silencioso. La segunda, otro Silver Cloud, en este caso el modelo II Drophead Coupé: un descapotable majestuoso que Bardot conducía con una naturalidad que desafiaba la rigidez de la marca.

Sin embargo, su verdadera identidad automovilística se forjó en el minimalismo. El Mini Moke de 1967 se convirtió en su coche talismán. Este vehículo playero, sin puertas y de mecánica espartana, encajaba perfectamente con su transición hacia una vida más alejada de los focos de Hollywood y más cercana a la naturaleza de su refugio en ‘La Madrague’. Para Brigitte, el lujo era la sencillez.

Renault 4F y la lealtad hasta el último kilómetro
Incluso en su madurez, Bardot mantuvo su idilio con los clásicos franceses, como el Renault 4F, un coche robusto y funcional. Pero su relación con el volante siempre tuvo un copiloto indispensable: sus perros.
El punto de inflexión llegó el 20 de abril de 2024. Ese día murió ‘ET’, su adorado compañero canino. La pérdida fue tan profunda que la actriz decidió colgar las llaves para siempre. En una entrevista conmovedora para la cadena francesa BFMTV el pasado 27 de marzo de 2025, la estrella confesó el motivo de su retirada de las carreteras: “No he conducido mucho desde la muerte de mi perro el 20 de abril del año pasado. Como siempre conducía con él a mi lado, dejé de conducir porque me sentía sola en el coche. Así que ya no conduzco”.
Un garaje con alma
El legado automovilístico de Brigitte Bardot es un reflejo fiel de su biografía. Desde el glamour del Rolls-Royce hasta la humildad del Mini Moke, sus coches nunca fueron simples objetos de colección, sino compañeros de viaje. Su decisión de dejar de conducir por la ausencia de su perro cierra un círculo de coherencia vital: una vida movida por la pasión, pero frenada en seco por la sensibilidad.
Con su partida a los 91 años, el asfalto de las carreteras de Saint-Tropez se siente un poco más vacío, recordando a la mujer que prefirió mantener sus coches aparcados para siempre a la soledad de un asiento de copiloto vacío.

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