El informe Falsificaciones 2016, elaborado por OBS Business School, ofrece una cifra tan llamativa como previsible: un 67% de los productos falsificados y pirateados en el mundo tiene su origen en China. El país oriental domina un sector en alza dentro de la economía sumergida: los bienes clonados son cada vez más numerosos y más fieles a los originales. Y también hay coches chinos copiados.
Esto se traduce en otro dato todavía más impactante. Esta clase de comercio fraudulento causó unas pérdidas de 338.000 millones de euros durante 2013, el último año del que disponen cifras la OCDE y la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO).
La industria automovilística no ofrece datos sobre las pérdidas que le pueden suponer, en algunos mercados, los coches clonados, pero el perjuicio es evidente: a las grandes marcas les cuesta mucho esfuerzo de por sí entrar en el proteccionista mercado chino, y todavía más si allí se venden modelos calcados a los suyos a un precio muy inferior.
A finales de 2014, la marca china Landwind puso en el mercado su modelo X7, una copia casi clavada del Range Rover Evoque. Después de un intento de negociación amistosa, en junio del pasado año la marca inglesa, filial de Tata Motors, interpuso una demanda contra la compañía oriental. Landwind tenía intención de vender su modelo no solo en el mercado local, sino también en Brasil. El proceso aún está en marcha.
Aunque las cifras de ventas de Land Rover en China crecieron un 40% en diciembre del año pasado respecto al mismo mes de 2015, la competencia desleal de los coches chinos copiados resulta dañina. Un X7 completamente equipado (aunque la calidad es muchísimo menor) se vende en China, al cambio, por unos 22.000 euros, mientras que el Evoque cuesta alrededor de 68.000.
Esa diferencia es la misma que existe en otro caso flagrante: el Zoyte SR9 cuesta 22.000 euros, casi cuatro veces menos que el Porsche Macan en el que se inspira. Los casos vienen de lejos (Zoyte clonó también el Volkswagen Tiguan y el Audi Q5), pero los fabricantes originales se encuentran con problemas para litigar.
Las leyes de propiedad intelectual no son tan eficaces en China como en Occidente, y además los procesos judiciales resultan extremadamente lentos. Honda pasó más de diez años en los tribunales luchando contra una copia evidente del CR-V y lo que obtuvo finalmente fue una indemnización de poco más de dos millones de euros.
El trato en Europa a los coches chinos es diferente. En 2008, tras una demanda de BMW, un tribunal de Múnich impidió que la marca china Shuanghuan comercializara en Alemania su modelo denominado CEO por considerarlo un plagio del BMW X5. En Italia, sin embargo, sí se puso a la venta el CEO porque los tribunales consideraron que la copia no era tal.
Shuanghuan se vio envuelta en otro litigio en Alemania, donde Daimler-Chrysler consiguió que el modelo Nobel no se mostrase en el Salón de Fráncfort por su parecido más que evidente con el Smart forfour. Sin embargo, a pesar de estas victorias parciales, los modelos plagiados siguen apareciendo constantemente. Poco después de la aparición del Jaguar F-Pace informamos no hace mucho tiempo, pero el suficiente como para que la marca Borgward haya puesto en circulación el BX7.
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