No es muy común que, cuando un modelo recibe una puesta al día, la marca incorpore demasiados cambios, al menos en lo que respecta a imagen. Audi se ha salido de la norma con el Q7, que en su actualización de cara a 2020 (aunque llegará a los concesionarios en septiembre de este año) renueva su imagen, crece en tamaño e incorpora las más habituales puestas al día en materia tecnológica y mecánica.
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Es fácil encontrar las similitudes con el e-Tron, el primer eléctrico de la marca, en el frontal, con una enorme parrilla octogonal, entradas de aire de mayor tamaño en el paragolpes y faros más anchos que, además, pueden contar con tecnología HD Matrix LED. En la zaga lo más llamativo es la barra cromada que une los grupos ópticos.
Destaca el hecho de que haya crecido respecto al modelo previo, aumentando en 110 mm su longitud para conseguir un largo de 5.060 mm, a los que se suman los 1.970 mm de ancho y los 1.740 mm de alto. El habitáculo puede tener configuración de cinco o siete plazas, consiguiendo en el primer caso un maletero cuya capacidad oscila entre los 850 y los 2.050 litros.
Sin embargo, la clave del habitáculo está en un digitalización que se traduce en el Audi Virtual Cockpit, un cuadro de instrumentos formado por una pantalla de gran tamaño, a la que se suman otras dos situadas en la consola central que permiten controlar diversos aspectos, como el navegador o la refrigeración; el Head-Up Display y el sistema de sonido Bang & Olufsen 3D, entre otros elementos.
Otro punto a destacar es que todas las variantes del Audi Q7 2020 tienen tecnología de hibridación suave de serie, así como tracción integral Quattro y caja de cambios automática Tiptronic de ocho relaciones. El sistema microhíbrido supone un ahorro de unos 0,7 l/100 kms, con funciones como la conducción a vela en periodos de hasta 40 segundos a velocidades de entre 55 y 160 km/h.
De inicio estará disponible con dos motorizaciones diésel, pero después se sumarán una variante de gasolina y más adelante otra híbrida enchufable.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.