Fornasari Racing Buggy, ‘armamento pesado’

Todos los locos por el motor tenemos imágenes que hemos ido grabando a lo largo de nuestra vida. Recuerdo el Citroën Tiburón descapotable que tuvo un tío mío, o un Datsun 240 francés que aparcaba junto a la casa de mi abuela en la playa. A esa caótica colección acabamos de añadir una visión nueva, la de un carro de combate Leopardo en acción.

Estaba atardeciendo cuando escuchamos un chirriante ruido mecánico, y vimos levantarse mucho polvo detrás de una colina. De pronto apareció esa máquina prodigiosa con las luces encendidas. Ante su imponente presencia te quedas paralizado. Como nos dijo una vez el diseñador Frank Stephenson, «los vehículos militares no están pensados para ser bonitos, pero su diseño es honesto, hace lo que dice».




Habrá una versión de 180 CV y un precio de 75.000 euros sin impuestos



Solo por admirarlo durante unos segundos habría merecido la pena visitar en el campo de maniobras en Zaragoza donde realizan su instrucción la Brigada de Caballería Castillejos II. Son muchos kilómetros cuadrados de terreno árido con algunas zonas arboladas, pendientes de todo tipo y largas pistas de tierra, un escenario perfecto para conducir un todoterreno con alma de competición.

El “Forna” llegó desde Italia esa misma mañana en un camión. Su aspecto es muy impactante, y además el color amarillo lo hace aún más llamativo. Lo vimos en marzo en el Salón de Ginebra y ya nos gustó, y en la calle adquiere una nueva dimensión.






A un servidor su frontal le recuerda al monstruo de la película Depredador (1987), pero cada uno le buscará sus parecidos. En todo caso, este 4×4 es un espectáculo y hasta los tripulantes de los carros de combate quisieron fotografiarse con él. En CAR hemos seguido con interés las creaciones de Giuseppe Fornasari, y los lectores más fieles recordarán la comparativa del RR99 –una especie de super-Cayenne– contra el Chevrolet Corvette (diciembre de 2011).

Estos automóviles se fabrican artesanalmente en Montebello Vicentino, cerca de Vicenza, y la receta es clásica e infalible: bastidor tubular de acero –pesa 150 kilos–, motor Chevrolet V8 y carrocería de material compuesto –en este caso kevlar–. Antes de hacer deportivos de calle, Fornasari construía coches destinados a correr en raids, primero para el mismo y luego para sus amigos.

El Racing Buggy es un concepto curioso, ya que lleva el motor delante cuando los buggys suelen llevar la mecánica detrás. El padre de todos ellos, el Meyer Manx, llevaba un humilde motor de VW escarabajo, pero nuestro buggy monta un Chevrolet V8 LS7 como el que lleva el Corvette y que alcanza 600 CV.






Para ponerse al volante hay que pisar primero en las estriberas y luego entrar, superando un borde inferior bastante elevado. Las plazas traseras son suficientes para adultos pero llegar hasta ellas es toda una odisea. Al arrancar pulsando un botón, las salidas de los escapes laterales –al estilo Cobra o Dodge Viper– barren el perímetro que rodea a las ruedas posteriores. Y el sonido a V8 americano es una de las melodías más reconocibles del mundo automovilístico.

Como ocurría con el RR99, el tacto del Fornasari es tosco, tanto por los mandos como por el cambio manual o la calidad de rodadura, pero mejora al ganar velocidad. ¡Y la gana muy rápido! Como en todos los Fornasari la tracción es permanente a las cuatro ruedas con diferencial viscoso central y autoblocante trasero, y con un reparto del par del 60% detrás y el resto delante.






Corre como un demonio y no lleva ningún control de tracción o estabilidad, de modo que si nos excedemos con el gas por los caminos de tierra es fácil trompear en cualquier curva. Por el campo se puede ir mucho más deprisa de lo que aconseja el sentido común y para cualquiera que no sea un piloto, es un coche sobremotorizado. La frenada es potente y no incorpora frenos ABS, por lo que hay que saber dosificarla. Con 1.750 kilos es relativamente pesado, y eso que la carrocería es de material compuesto. Las bonitas llantas de 18 pulgadas montaban unos neumáticos Pirelli Scorpion Zero de medidas 185/55 R, unas gomas pensadas sobre todo para rodar por asfalto. Según la marca, también se pueden montar llantas de 20, 22 o 23 pulgadas.

El interior es caluroso y ruidoso, si bien la suspensión –de doble triángulo en ambos ejes– resulta cómoda y absorbe bien los baches. No podemos juzgarlo con severidad como si fuera un coche de serie porque lo que tenemos entre manos es casi un prototipo, al gusto de Giuseppe Fornasari.






El fundador es uno de esos románticos que hace los coches como a él le gustan, muy racing, sin pensar mucho en lo que demandan los clientes. Esta actitud puede ser positiva en cuanto a crear deportivos con personalidad. Pero también tiene su lado negativo, en línea con esos directores de cine que hacen películas que sólo le interesan a ellos… Pero esto no pasa con el Racing Buggy, porque ningún otro 4×4 puede competir con él a la hora de hacer volver la cabeza a los transeúntes. De momento Fornasari ofrece a los clientes elegir entre tres motores: un VM turbodiésel de 3 litros y 250 CV, el V8 LS7 que lleva nuestro coche y un LS9 de 750 CV, un verdadero disparate. Es como un F40 para el campo, muy divertido y artesanal.

El concepto Racing Buggy nos gusta, definitivamente mola. Tiene todas las virtudes de un Fornasari –diseño rompedor, exclusividad total, motores V8 americanos– y también sus defectos –acabados mejorables y ruidos parásitos–. El precio anunciado para esta versión con motor LS7 es de 144.000 euros sin incluir impuestos.

El 4×4 italiano es una auténtica bestia para correr, pero para un uso más polivalente el Racing Buggy podría usar como base no un bastidor propio, sino una plataforma mecánica más de calle, suministrada por una marca con tecnología rodada. Esto también lo saben en Fornasari y por eso planean comercializar un Racing Buggy utilizando como base un SUV de Chevrolet.

Dispondrá, además, del nuevo motor Duramax turbodiésel 2.8 de 180 CV, con cambio automático de seis marchas opcional. Costaría unos 75.000 euros sin impuestos, y ese es el Racing Buggy que nos gustaría tener en el garaje. Mientras tanto, para ser el rey de las terrazas en la costa puedes probar con un llamativo Mercedes Clase G AMG blanco, aunque para arrasar de verdad lo suyo es un casco verde, unos prismáticos y un carro Leopardo.

 

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