Mil kilómetros sobre la Road Glide han sido más que suficientes para confirmar que se trata de una Harley-Davidson muy especial. Todas lo son, sin duda, pero este nuevo componente de la familia Touring cuenta con una serie de características que la llevan un paso más allá. Básicamente es así por el anclaje de su carenado frontal, que abandona la clásica posición en la horquilla para sujetarse directamente al chasis, una solución que varía de forma significativa su comportamiento respecto a sus hermanas de gama, como la Street Glide o las Ultra.
Un carenado frontal con un diseño completamente renovado y que se hace acreedor de todo tipo de comentarios. A algunos les encanta y otros no pueden con su diseño. Opiniones subjetivas al margen, lo cierto es que su personalidad es indiscutible y no pasa desapercibida, es una moto para quienes tienen muy claro lo que quieren y su aspecto es imponente, entre otras cosas por una generosa óptica de LED que ofrece una buena iluminación nocturna y también diurna (en moto, tan importante como ver es que ser visto).
Dejando a un lado consideraciones estéticas, el anclaje directo al chasis de esta masa suspendido beneficia de forma indiscutible a la dinámica de la moto. La dirección es mucho más ágil y con ello precisa, resulta muy sencillo elegir la trazada deseada y en caso de tener que realizar correcciones también las admite sin rechistar. En parado el efecto es el mismo y las maniobras son algo más sencillas al tener que mover menos kilos desde el manillar. La protección aerodinámica es correcta (aunque en este caso no queda tan claro que supere a la del carenado clásico de Harley), mientras que en su interior encontramos una instrumentación completa y la pantalla para controlar el sistema de infoentretenimiento que caracteriza a los modelos bajo el paraguas del Proyecto Rushmore.
La mecánica es la ya conocida en la familia Touring. El legendario motor bicilíndrico en V de la marca de Milwaukee, en un cubicaje de 103 pulgadas cúbicas (unos 1.700cc), refrigerado en este caso por aire y con cambio de seis relaciones. Se trata de un propulsor rebosante de par, que empuja a todo régimen y que sin ser un prodigio de potencia (no es lo que buscan sus ingrenieros) sí regala unas prestaciones más que suficientes para una moto de este estilo y, además, con unos consumos bastante ajustados: a ritmos razonables es difícil superar los seis litros a los cien.
La Road Glide es una gran moto para viajar aunque mejor en solitario. La plaza trasera necesitaría de un respaldo y unas plataformas para que el acompañante tolere mejor el paso de los kilómetros. La capacidad de carga de sus maletas laterales es buena y el puesto de conducción del piloto cómodo, con una postura al manillar muy conseguida y todos los mandos colocados donde es debido. Sólo tendremos dificultades para accionar la pantalla táctil del navegador o el equipo de audio, porque queda lejos del alcance de la mano (aunque todas las operaciones necesarias se pueden realizar desde los controles del manillar).
En definitiva, la nueva Road Glide tiene argumentos sobrados para haberse ganado ser una de las grandes estrellas de Harley-Davidson para este curso. Renace una moto legendaria, de enorme aceptación en mercados como el estadounidense y que en Europa parece destinada a clientes de la marca que saben lo que buscan. Eso y un bolsillo bastante saneado, ya que su precio de 28.000 euros no es, obviamente, accesible a todos. Pero lo cierto es que por tanto dinero recibiremos una Harley exclusiva como pocas y capaz de ofrecer grandes satisfacciones.
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