El cuadro de instrumentos de un coche es toda una fuente de información, pero no siempre ofrece datos fiables. Muchos conductores se fían de la temperatura que aparece ahí reflejada sin saber que están cometiendo un error.
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Un vehículo no está equipado con un termómetro tradicional que mide la temperatura con mercurio, que se expande y se contrae según los grados que hay. Los coches tienen un termistor.
Este dispositivo mide la temperatura detectando cambios en su resistencia eléctrica. Esta información se envía a la unidad de control electrónico (ECU) del vehículo, que la interpreta para ajustar distintos parámetros. Generalmente, funciona bien y es económica.
Diferencias de hasta 10 grados
El problema es que, en los coches, el termistor suele estar ubicado en la parte delantera: cerca de la parrilla. La temperatura que registra es la más alta sobre la carretera, que, como cualquier superficie asfaltada, absorbe la radiación solar.
Al calentarse rápidamente, se eleva la temperatura en la superficie y es mucho más alta que en otros escenarios. ¿Cuánto? Según The Weather Channel, puede llegar a situarse 10 grados por encima de la real. Esta se mide a unos dos metros sobre una superficie cubierta de hierba, generalmente, situada en un aeropuerto.
Lógicamente, esta diferencia se reduce al ponerse el sol y por la noche cuando el suelo ya no se calienta. La información es, también, más precisa en días nublados y al conducir a alta velocidad.
Peligroso en invierno
Esta inexactitud no suele ser un gran problema, pero sí puede volverse peligrosa durante los meses de invierno. Una temperatura cercana al punto de congelación podría marcar la diferencia entre una carretera mojada y una con hielo negro, que es difícil de ver.
Si el cuadro de instrumentos de un coche indica cero grados, en realidad, fuera podría estar por debajo de esa cifra. Por este motivo, es recomendable utilizar el teléfono para obtener una información más precisa que la del vehículo.
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Desde que aprendió a hablar y escribir, una de sus pasiones siempre fue contar todo lo que pasaba a su alrededor. Hizo las maletas y cambió Zaragoza por Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Antes de graduarse, el mundo del motor se cruzó en su camino… y nunca lo ha abandonado.