Por encargo de Ford, el compositor Joe Goddard creó en 2017 una pieza de música disco “tranquilamente optimista” a la vez que “libre y humana”. El objetivo era componer la mejor canción para ir a trabajar en coche y el resultado se tituló Momentum,disponible en Spotify desde entonces. No se trata de una cuestión irrelevante, según los expertos. La neurocientífica de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri Amy Belfi, experta en la ciencia del sonido, asegura que elegir la melodía correcta en el primer desplazamiento del día influye en el ánimo del conductor hasta dos horas después.
La música en el coche determina la actitud al volante, para bien y para mal. De la misma forma que hace compañía y entretiene durante un viaje, puede despistar al automovilista, hacerle desconectar y perder la noción del tiempo, del espacio y de la responsabilidad. Ni la música parece recomendable siempre ni todos los estilos son igualmente adecuados. El Real Club Automóvil de España (RACE) recoge un estudio realizado por la Universidad St. John’s de Newfoundland (Canadá) que concluye que el ritmo de la música afecta directamente al pulso cardíaco y a la actividad cerebral.
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Según este estudio, quienes escuchan canciones con ritmos más acelerados y con el sonido más elevado tienen un 20% más riesgo de sufrir un accidente de tráfico: por culpa del ritmo elevado, el conductor pisa más el acelerador; con un volumen más alto, la capacidad de atención se reduce y la velocidad de reacción aumenta. No es el único caso en el que la ciencia advierte de los riesgos de fusas y corcheas al volante.
Un estudio de la Universidad Técnica de Dortmund concluye que quienes eligen pop-rock son más agresivos en la carretera y además sobrepasan los límites de velocidad más fácilmente. Otro análisis elaborado en la Universidad Ben-Gurión del Néguev y publicado el año pasado señala que la música con un ritmo enérgico incrementa la excitación y favorece las salidas de carril. Asimismo, las canciones con letras explícitamente violenta incitan a incumplir los límites de velocidad.
Uno de los estudios habitualmente más citados es el que dirigió en 2011 la psicóloga Victoria Williamson, del Departamento de Música de la Universidad de Sheffield. Según sus conclusiones, quienes escuchan rock tienen se exponen a un riesgo mayor: el 31% afirma haber sufrido algún accidente menor, frente al 13% de quienes escuchaban música pop. Hay otros tipos de música que tampoco salen bien parados, como el jazz, cuya complejidad exige concentración y hace que los automovilistas se despisten. Como consecuencia, comenten más excesos de velocidad. Lo mismo sucede con estilos como el heavy o el rap.
El pop, por el contrario, favorece una actitud más relajada. “La música pop es simple y repetitiva, la gente tiende a saberse la letra de memoria, por lo que ocupa menos espacio en la mente del oyente”, explica Vicky Williamson. La música clásica también invita a una conducción más tranquila, pero hay expertos que la desaconsejan en ciertos escenarios porque pueden hacer que el conductor pierda la concentración.
¿Qué música escuchar en cada caso?
En un atasco en carretera. Mejor una melodía más relajante (música clásica, pop suave, reggae…) para evitar agresivas o nerviosismo.
En la ciudad. Nada como el silencio para activar al máximo el resto de sentidos. Hay demasiados estímulos alrededor y cuanta más atención se preste a ellos, mejor.
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Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).