5 tecnologías (caras) que te molestarán si eres un buen conductor

Las ayudas a la conducción mejoran la seguridad y relajan al automovilista... si son eficaces. Y en ocasiones resultan muy intrusivas.

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Las ayudas a la conducción resultan fundamentales para evitar siniestros.

Todos los coches europeos matriculados de 2004 en adelante equipan el sistema de frenos ABS por normativa comunitaria. Desde entonces, las carreteras son más seguras. Y todavía más cuantas más siglas circulan por ellas: ASR (sistema antiderrapaje), ESP (control electrónico de estabilidad, obligatorio desde el 1 de noviembre de 2014), EBV (reparto de frenada), BAS (asistencia a la frenada)…

No hay duda de que las ayudas a la conducción mejoran la seguridad vial y protegen al conductor, pero no todas son igual de eficaces y, además, en ocasiones limitan en cierto modo la libertad de los conductores. Los automovilistas de hoy pueden apreciar que algunas innovaciones les quitan protagonismo: aún no han perdido el control del volante, pero el coche ya toma muchas decisiones por sí mismo.

La seguridad va por delante, en todo caso: según un estudio elaborado por Bosch y el RACC, la frenada automática de emergencia podría evitar en España uno de cada cinco accidentes de tráfico y salvar hasta 272 vidas al año. Y los sistemas de asistente de cambio carril evitarían hasta el 28 % de los accidentes causados por las salidas del carril.

Sin embargo, las propuestas varían en función de la marca y el modelo, y en los turismos de carácter más popular, con versiones más sencillas de estas tecnologías, la eficacia no es siempre la máxima esperable. A priori, como concepto, todas estas ayudas son un acierto; en la práctica, si no funcionan del todo bien terminan generando estrés en los automovilistas.

Por eso algunas de estas tecnologías pueden molestar a los apasionados de la conducción; otros, los que prefieran desocuparse de ciertas tareas, querrán que el coche tome el control más a menudo.

ALERTA DE SALIDA DE CARRIL

Un claro ejemplo de ayuda que puede resultar intrusiva. En algunos casos se limita a emitir una alerta acústica o visual en el momento en que el coche abandona el carril sin que el conductor utilice los intermitentes, pero los modelos más avanzados hacen incluso una corrección en la dirección del volante.

Y esto resulta a veces incómodo: en una curva, por ejemplo, un conductor experto puede hacer una trazada que el coche interpreta como excesivamente apurada y tiende a corregir la dirección, con la sorpresa que eso acarrea.

Por otra parte, este sistema basa su funcionamiento en unas cámaras que siguen las líneas de la carretera: si no están bien pintadas, la eficacia disminuye notablemente.

CONTROL DE DISTANCIA DE SEGURIDAD

(Con frenada de emergencia)
Funciona habitualmente gracias a un radar ubicado en la parrilla del coche, una cámara colocada en el retrovisor interior y una unidad de control. Cuando el vehículo precedente se para o se cruza otro transversalmente, el sistema es capaz de frenar a fondo y detener el coche (a velocidades inferiores a 40 km/h).

El problema es que no todos funcionan eficazmente. En algunos modelos, una bici que cruza a 15 metros, sin que exista riesgo de colisión, es suficiente para que el sistema clave los frenos innecesariamente, con la tensión que eso puede generar.  

ASISTENTE DE APARCAMIENTO

Nadie debería renegar de los sensores de aparcamiento, porque avisan de cualquier obstáculo por pequeño que sea y evitan muchos golpes o arañazos indeseables (a pesar de que la alerta de aviso llegue a ser extremadamente aguda y molesta).

Sin embargo, cuando el coche promete que aparca solo, la cosa cambia. Es cierto que muchos modelos lo hacen correctamente, pero de una forma capaz de desesperar a casi cualquiera: por una parte, requieren bastante más espacio para maniobrar del que necesita un conductor hábil; por otra, el estacionamiento suele ser mucho más lento de lo que cabría desear, sobre todo si hay coches esperando detrás.

SENSOR DE LUCES LARGAS

Otra buena idea que no termina de estar bien resuelta en muchos modelos. El concepto es sencillo. Unos sensores identifican cuándo viene un vehículo de frente y el coche apaga automáticamente las luces largas. Sin embargo, muchas veces esto no ocurre y el vehículo que no desconecta las luces, por lo que termina deslumbrando a los demás conductores. Curiosamente, en ocasiones ocurre al contrario: cuando los faros reflejan en una señal muy brillante, el coche entiende que ese brillo procede de otro vehículo y pone las luces de cruce cuando en realidad no hacía falta.

DETECTOR DE ÁNGULO MUERTO

No hay duda de que se trata de una ayuda a la conducción eficaz y muy útil. Las cámaras situadas en los retrovisores exteriores (o sensores, en función del sistema) ven los coches que el conductor es incapaz de ver cuando están atravesando ese punto ciego tan peligroso y avisan mediante una señal luminosa en el espejo.

Algunos modelos, además, incluyen una corrección en el volante si es necesario. El problema llega cuando los detectores (y ocurre a menudo) resultan excesivamente precavidos: tras un adelantamiento, por ejemplo, cuando el conductor intenta volver a su carril se produce otro instante de ángulo muerto, pero el automovilista ya sabe que detrás hay otro coche porque acaba de rebasarlo. Que el volante se mueva por sí mismo no resulta nada cómodo en ese momento.

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Sergio Amadoz

Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).

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