Un nuevo escándalo sacude a la industria de la automoción. Tras lo ocurrido con Volkswagen el pasado otoño, ahora es Mitsubishi la que se ve afectada por un fraude en sus vehículos para alterar las cifras de consumo. Lejos de la sofisticada trampa electrónica de la marca alemana, los japoneses han recurrido a una argucia mucho más simple pero también efectiva para que algunos modelos de sus micro coches (pequeños utilitarios urbanos muy populares en Japón, también conocidos como kei-car) gastaran menos de lo real en las pruebas para homologar este parámetro.
La manipulación consistía en incrementar la presión de los neumáticos del vehículo por encima de lo recomendado en el momento de realizar las mediciones. ¿Por qué resulta fraudulenta esta práctica? Obviamente las comprobaciones deben realizarse en las condiciones de utilización convencional del coche y, además, hinchar en exceso las ruedas sirve para reducir el consumo de cualquier vehículo.
La causa es simple; al aumentar la presión, el neumático se deforma y presenta una menor banda de rodadura, menos superficie de contacto, por lo que el rozamiento con el asfalto disminuye y el gasto de combustible baja. De hecho, los fabricantes de neumáticos recuerdan de forma insistente a los usuarios la importancia de conducir con las presiones adecuadas por varios motivos, entre los que figura éste: si la cubierta rueda baja tendrá más contacto con el firme, más rozamiento y, por tanto, más consumo. En el sentido opuesto, una presión excesiva provoca un comportamiento inestable del vehículo, razón por la que tampoco es conveniente y no se admite bajo ninguna circunstancia, incluso siendo sabido que la eficiencia podría ser mayor.
Las versiones más ecológicas de determinados modelos utilizan neumáticos de bajo rozamiento para conseguir los objetivos de emisiones que se marcan, lo que resulta inaceptable es alterar las presiones para conseguir este mismo efecto.
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