La oleada de vehículos de cero emisiones ha puesto más de moda que nunca este tipo de automóviles pero, aunque ahora comiencen a ser una opción realmente viable como alternativa a los coches de combustión, lo cierto es que muchos fabricantes ya se aventuraron en este campo hace décadas. Peugeot, sin ir más lejos, comercializó su primer eléctrico en los años cuarenta del siglo pasado.
Su nacimiento fue consecuencia de la situación del país: en plena Segunda Guerra Mundial los combustibles escaseaban y, como alternativa y aprovechando estudios realizados durante los años 20, la marca francesa consiguió desarrollar el Peugeot VLV.
Más información
Aunque de acuerdo a los estándares actuales se trata de un vehículo a pilas obviamente precario, fue un pionero y, dadas las limitaciones de la época, se enfocó como un coche de uso urbano que participaba en tareas esenciales como el servicio de correos o la asistencia médica.
Concebido como un biplaza, su imagen es un tanto peculiar debido a su forma picuda, con un frontal que lucía un rayo en lugar del característico león, y a una estrecha zaga en la que las ruedas traseras estaban prácticamente juntas.
Utiliza un sistema de cuatro baterías que desarrollaban una potencia de apenas 3,3 CV, cifra que solo le permitía alcanzar una velocidad de 36 km/h. Su autonomía se situaba entre 75 y 80 kilómetros y se podía recargar, lógicamente en aquellos tiempos, en cualquier enchufe. El fabricante contuvo su peso en solo 365 kilos gracias al uso de elementos ligeros, como una carrocería construida completamente en aluminio.
Estuvo en producción desde 1941 y hasta 1943, momento en el que las autoridades del régimen de Vichy prohibieron continuar con su producción. Para entonces habían salido de fábrica 377 unidades.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, X o Instagram