Los frenos hidráulicos, indispensables en los automóviles modernos, se basan en el accionamiento de las pinzas sobre los discos a través de un líquido a presión procedente desde el pedal al pisarlo.
Este líquido de frenos es tan esencial para una buena frenada, y por tanto para la seguridad, como el resto de los elementos que componen el sistema. Existen de varios tipos para su aplicación en diferentes vehículos, en una escala DOT basada en su punto de ebullición: la temperatura en la que se produce este fenómeno por el sobrecalentamiento, traduciéndose en disminución de su eficacia y la aparición de burbujas.
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Líquido de frenos: ¿cuál usar?
Por ello es importante utilizar el líquido de frenos recomendado por el fabricante, que además evitará el otro gran riesgo como la aparición de burbujas en el circuito cerrado que forma el equipo de frenos.
Se trata de un líquido que atrae la humedad y la absorbe, lo que provoca la aparición de gotas de agua altamente nocivas para el sistema. Son causantes de la aparición de corrosión e incluso pueden llegar a congelarse a bajas temperaturas, provocando una lógica alteración de su eficacia.
Lo mismo ocurre con las burbujas que surgen con la ebullición, su densidad es menor que la del líquido y responden de distinto modo a la presión. Cuando aparecen es imprescindible sangrar el circuito de frenos, sacando ese aire acumulado y rellenándolo. Se trata de una operación delicada que debe confiarse a un profesional.
¿Cuándo cambiar el líquido de frenos?
Se puede comprobar el nivel del líquido de frenos en el depósito que queda a la vista bajo el capó del coche. Debería estar entre las dos indicaciones de mínimo y máximo, en caso de que la cantidad sea inferior a la necesaria se puede rellenar.
Sin embargo, ese consumo puede advertir de algún tipo de fuga o deterioro del líquido, por lo que resulta aconsejable una revisión cualificada. Además, el líquido de frenos es altamente corrosivo, exige mucha precaución al manipularlo.
También hay que estar pendiente de irregularidades en el accionamiento del pedal del freno. Advierten de la presencia de aire en el circuito o del deterioro del líquido, síntoma inequívoco de la necesidad de su sustitución. Los impulsos en el pedal se relacionan igualmente con el alabeado de los discos, un deterioro de la superficie que se produce casi siempre por un sobrecalentamiento.
Como criterio, lo recomendable es sustituir el líquido de frenos cada dos años para garantizar que sus cualidades se encuentran inalteradas. Y en el caso de ampliar este plazo, nunca se deberían superar los cuatro años de uso, momento en el que la efectividad de la frenada puede verse seriamente afectada por sus malas condiciones.
Una inversión en seguridad ineludible que, además, no resulta especialmente costosa: aunque varía dependiendo del tipo de vehículo, un precio medio de unos 50 euros es habitual para un cambio de líquido de frenos.
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