La llegada del verano supone mejores temperaturas, pero que no tardan mucho en ser más elevadas de lo que muchos pueden aguantar. Esto tiene un efecto multiplicado en el interior de un vehículo. Si está aparcado en la calle al sol, puede convertirse en un horno y hacer que ponerse al volante sea un auténtico suplicio. Es algo inevitable, pero que se puede paliar en cierta manera.
El primer consejo es de la vieja escuela: utiliza un parasol reflector. El parabrisas delantero es la superficie acristalada más grande de todo el coche, una ventana por la que la luz incide de lleno en el interior. Colocar un parasol evita la entrada, refleja los rayos y, además de rebajar la temperatura, ayuda a que se conserven mejor los materiales del habitáculo, como los plásticos o el cuero.
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Si no lo haces, puede que que pongas las manos en el volante incluso te quemes, pero lo puedes evitar de manera sencilla. Si al estacionar el coche giras el volante y dejas la parte superior mirando hacia abajo, será la inferior la que recibe la mayor parte del calor. Las zonas donde posteriormente apoyarás las manos mantendrán una temperatura inferior.
Tan importante como esto es que los asientos no estén tan calientes que te abrasen las piernas y la espalda. Al menos lo primero lo puedes solucionar de una manera relativamente simple: coloca una manta sobre la base de la banqueta. Será esta la que recoja la luz y el calor, de manera que al retirar la protección el asiento estará más fresco.
El último consejo tiene que ver con los avances tecnológicos. Algunos modelos actuales permiten controlar ciertas funciones del vehículo desde el móvil, incluido el aire acondicionado. Así conseguirás regular la temperatura para que esté en el punto óptimo cuando llegues al vehículo.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.