Son ya más de tres semanas las que llevo trabajando de forma remota desde mi casa. Por razones de salud familiar, fui uno de los primeros en mi empresa en acogerme a tal posibilidad, lo que agradezco enormemente a la vista de la evolución de los acontecimientos. Por fortuna, el 95% de mi actividad laboral la puedo desarrollar a distancia con relativa normalidad, sin obviar el cambio radical que han experimentado nuestras vidas en cuestión de muy poco tiempo.
No voy a descubrir a nadie las exigencias y complicaciones de este confinamiento tan necesario. La mayoría nos encontramos en una situación similar, con los matices propios de cada caso. Personalmente me siento afortunado por continuar trabajando de forma telemática, por mantener nuestra labor informativa y por hacerlo en un medio de comunicación preparado para asumir un reto de semejante envergadura.
Por primera vez en todo este mes de marzo, hoy he pasado unos minutos por nuestra Redacción en Madrid, necesitaba una serie de documentación que, por la premura de mi salida, no pude traer conmigo ni almacenar en el espacio en la nube del que disponemos. La sensación en esta visita relámpago ha sido extraña, casi diría que demoledora.
Un lugar generalmente rebosante de vitalidad, actividad, sonido y movimiento se encontraba vacío, en silencio y desangelado. No recuerdo en 30 años de profesión así ninguna Redacción, desde luego no en esas vacaciones veraniegas que siempre se disfrutan por turnos, ni siquiera en los días festivos navideños, cuando las guardias periodísticas son imprescindibles, al menos en la última época de la información digital.
Me he marchado de inmediato, en cuanto he recopilado la información que precisaba. En primer lugar por las razones obvias de prudencia sanitaria, que aflora incluso en un espacio deshabitado y que ha sido desinfectado en varias ocasiones en ausencia de los trabajadores. Pero sobre todo he salido casi corriendo por pavor, por evitar preguntarme más de lo imprescindible cómo, cuándo y a qué precio se recuperará la normalidad. Esa que tanto necesitamos, la que tanto añoramos ahora.
Todo ello asumiendo que debo considerarme un privilegiado, sin duda alguna. Mantengo mi trabajo, no me falta desde luego tarea y dispongo de un espacio habilitado para desarrollarlo en buenas condiciones. Mi rutina incluso ha mejorado en cierta medida, le he ganado a la jornada las casi dos horas que cada día le dedicaba a los desplazamientos. Cuento con los medios y el soporte tecnológico necesarios para atender el mantenimiento diario de esta web, además de continuar con la elaboración de las páginas de producto que se publican en las ediciones impresas de AS y Cinco Días. Sin olvidar algunas gestiones de tipo organizativo o el contacto con empresas, colaboradores y compañeros.
Uno de esos relojes que se llaman inteligentes, porque parece que sí lo son, me recuerda cada cierto tiempo que debo levantarme y caminar unos minutos, aunque sea por el pasillo de la casa. Parte del tiempo que ahorro en atascos se lo dedico al ejercicio, que falta nos hace con este sedentarismo llevado al límite. Los días me cunden, debo confesarlo y, pese a que la monotonía del teletrabajo requiere su periodo de adaptación, resulta evidente que esta crisis nos confirma que las empresas pueden, casi diría deben, apostar más por la productividad que por el mero hecho de la presencia física en un determinado centro laboral.
Hay actividades profesionales, no obstante, que se resienten en este mundo virtual. Las reuniones telemáticas son algo más impersonales, aunque tal distanciamiento contribuye también a su concreción y menor duración, otra valiosa ganancia de tiempo. Las pruebas de coches para la publicación en los diferentes medios obviamente se han suspendido, al mismo tiempo que se ha reducido de forma significativa el flujo de información generada por las marcas. Lo mismo sucede con las presentaciones de nuevos modelos de coches o motos, aplazadas hasta que la normalidad permita programarlas en otras fechas.
Algunas marcas han optado por un formato de presentación telemática, nada nuevo desde luego pero sí ahora de una utilidad muy superior a la habitual. De hecho, creo que se trata de otra experiencia que puede resultar provechosa de cara al futuro, quizá no siempre sea necesaria la asistencia física de los periodistas para compartir el mensaje que se precise. No quiero decir que con ello que esta solución sirva para cubrir cualquier necesidad de comunicación, conducir y probar vehículos seguirá siendo parte esencial de este trabajo, pero sí un buen complemento que nos permita a unos y otros ser tanto más eficientes como productivos, sin olvidar la economía en tiempo y dinero.
Parece incuestionable que esta realidad extrema nos va a cambiar en muchos sentidos. Por supuesto que nuestras prioridades y nuestros valores, pero ojalá también de forma positiva nuestros hábitos y actividades. Insisto en sentirme afortunado por seguir desarrollando un trabajo que me apasiona, que además me distancia durante bastantes horas al día de esta situación dramática y que me permite seguir creyéndome útil para la sociedad y para mi empresa.
Cuídense mucho, ahora es lo único importante. De lo demás, ya hablaremos cuando llegue el momento…
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