Siento debilidad por las motos rebosantes de personalidad, que tienen carisma, tradición, diría incluso que alma. Que sean imperfectas no me preocupa. Si, además, el modelo en cuestión es heredero del preferido de un mito como Steve McQueen, la combinación resulta casi irresistible. Y ése precisamente es el caso de la Triumph Scrambler, que en su versión de 2015 supone una interpretación perfectamente puesta al día de una máquina legendaria en los 60.
La Scrambler pertenece a la gama ‘Classic’ de la marca británica, obviamente dedicada a modelos que marcaron una época y que siguen siendo vigentes en su planteamiento con una adecuada puesta a punto. Su estética lo dice todo y es una moto que no pasa desapercibida. Diseño campero, con ruedas mixtas, sillín alto, suspensiones elevadas y dos imponentes escapes que recorren todo el lateral derecho, desde la salida de los cilindros hasta su guardabarros posterior. Todo en una acertada combinación de colores en el depósito y algunas piezas cromadas como contraste.
Su corazón es también digno exponente de la tradición de Triumph. Un bicilíndrico paralelo, con un cubicaje de 865 cc y con un calado de cigüeñal a 270 grados que le otorga un carácter único. Eso sí, tiene soluciones modernas para llegar casi a los 60 CV de potencia, como las culatas de cuatro válvulas o la alimentación por inyección (se aprecia un carburador pero es sólo atrezzo).
En marcha encontramos una moto de posición particular al manillar, pero muy ágil y fácil de utilizar. En ciudad se desenvuelve con soltura, mientras que en carretera es divertida de manejar siempre que consideremos las limitaciones de sus suspensiones y los neumáticos mixtos. La velocidad punta es suficiente, sobre todo porque no es aconsejable ir mucho más rápido a pecho descubierto y todo con consumos bastante ajustados.
Dejando al margen algunas peguitas de acabados, su único inconveniente es que un precio de 10.295 euros resulta un tanto elevado en el mercado actual.
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