Supongo que como estrategia comercial llamar a este coche 500 tiene sentido, por asociarlo al fenómeno de ventas que ha significado el utilitario de Fiat, pero en realidad las similitudes con el modelo original son tirando a pocas, sobre todo en lo conceptual.
La propuesta del 500L se distancia de ese planteamiento urbanita para aproximarse al de un monovolumen; una carrocería mucho más grande (incluyendo en altura) y por tanto capaz, suficiente para satisfacer las necesidades de un uso familiar medio. Amplitud interior en todas sus plazas y un buen maletero, aprovechable por sus formas y sus dos niveles de carga separados por una plataforma extraíble muy práctica.
Los acabados de la versión Trekking se presentan a un buen tono, al igual que un equipamiento bastante completo, apropiado al considerar que su precio es ya de 20.000 euros.
El motor turbodiésel de 1,6 litros y 105 CV le va perfecto, con unas prestaciones suficientes y consumos ajustados, gracias entre otras cosas a su cambio de seis marchas y al sistema Start&Stop. Dinámicamente se defiende con dignidad, aunque en zonas reviradas su tamaño se deja notar.
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