El sorprendente vínculo histórico entre los esmaltes de uñas y los coches

La democratización de los precios y la proliferación de las franquicias de salones de manicura baratos han contribuido al auge del cuidado de las uñas, cada vez más populares entre gente de todas las edades.

La tecnología ha ayudado a crear nuevos esmaltes de uñas, de un sinfín de colores y con diferentes características: tradicionales, permanentes, mates, con purpurina… Los hay para todos los gustos. Pero ¿cuándo y dónde nace este complemento? Su historia se remonta siglos atrás y, sorprendentemente, está relacionada con el automovilismo. 

De hecho, cuando el coche sufre un roce, entre algunos de los consejos para disimularlo está el de aplicar esmalte de uñas sobre el rayón. Sobre todo en los esmaltes que se utilizan para la manicura permanente se encuentra un material llamado acrilato. Las pinturas acrílicas que se usan en algunas carrocerías comparten compuestos similares con esta sustancia plástica.

Pero, más allá de la composición, la relación entre los esmaltes de uñas y los coches viene de más lejos. Aunque durante la Edad Media fue habitual que la gente de clases pudientes decorara sus uñas, durante los siglos XIX y XX esta práctica estaba asociada a personas de mala vida: actrices, prostitutas… Por eso, este tipo de productos no se encontraban a la venta en cualquier parte.

Pintura del coche como esmalte de uñas

En 1920, ante la falta de esmaltes, Michelle Ménard decidió pintar sus uñas con pintura para la carrocería del coche. Esta maquilladora profesional quedó satisfecha con el resultado y decidió emular la fórmula de esta pintura para crear esmaltes de uñas en frasco.

Y es que, hasta ese momento, lo que se había hecho era teñir o tintar las uñas con productos naturales o metales. Ménard quería pintar las uñas aplicando una capa encima para obtener un resultado lacado, no teñirlas. En sus experimentos, acabó mezclando la nitrocelulosa, una resina estable que se utilizaba para cubrir el color de los automóviles, con disolvente.

Esta primera fórmula dio lugar al primer esmalte para uñas, cuyo frasco popularizó Marilyn Monroe en la década de los cuarenta del siglo XX. A partir de ese momento, el desarrollo tecnológico hizo su parte hasta llegar a conseguir la variedad de esmaltes y acabados que están a disposición del público hoy.