La suma de los impuestos que soportan los carburantes es de más del 50% de su coste en origen. Y hoy en día, con la invasión rusa de Ucrania, el encarecimiento del combustible, tanto gasolina como diésel, parece no tener fin. Aunque, eso sí, siempre puedes ahorrar con el Geoportal del Ministerio para la Transición Ecológica donde se puede analizar y comparar los precios de distintas gasolineras.
Al precio original del combustible, hay que sumar, en primer lugar, los costes de distribución y almacenamiento, que suponen un aumento de alrededor de un 16%. A continuación habría que añadir la partida más importante: en concreto el gravamen de los impuestos representa aproximadamente un 50% del precio final de la gasolina y un 45% en el diésel.
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El primero y más importante de todos es el Impuesto Especial de Hidrocarburos, una cantidad fija que se aplica a cada litro de combustible (0,47 euros para la gasolina y 0,38 en el gasóleo). Y le sigue el IVA (al tipo del 21%), común a casi todas las transacciones del precio en origen, que cada día oscila y ahora más que nunca.
Recaudación vital
Pero la secuencia de impuestos no acaba aquí, ya que el usuario habitual de los carburantes más utilizados en automoción también tiene que pagar el llamado Impuesto sobre Ventas Minoristas del Estado, que añade otros, 2,4 céntimos por litro.
Además, en 2019 entró en vigor la nueva ley sobre tasas al consumo de hidrocarburos, y que elevó el gravamen por litro de gasóleo y gasolina en 7,2 céntimos. Esta tasa sustituyó y unificó los dos tramos del conocido como céntimo sanitario o impuesto de ventas minoristas de determinados hidrocarburos (IVMDH) y que imponían a su libre albedrío las diferentes comunidades para autofinanciarse.
La venta de carburantes se convierte así en una parte esencial para la financiación del Estado y las comunidades autónomas, recaudando anualmente en torno a los 20.000 millones de euros de los impuestos aplicados al sector.
Y… ¿en el resto de Europa?
Contrariamente a lo que pueda parecer, España no es el país que más carga fiscal soporta en sus carburantes. Solo cuatro países (Bulgaria, Hungría, Rumanía y Polonia) pagan un porcentaje inferior de impuestos.
Portugal, sin ir más lejos, tiene una carga impositiva de alrededor del 60%, ya que incluye tasas por emisiones de carbono, impuestos a productos petrolíferos y ayuda para infraestructuras. Y aunque a finales del año pasado se acordó limitar los impuestos, la realidad es que, a día de hoy, el precio por litro es, de media, entre 10 y 15 céntimos más caro.
La consecuencia: miles de personas que viven cerca de la frontera española no dudan en cruzar a provincias como Huelva o Badajoz para llenar sus depósitos.
Francia tiene una carga impositiva muy similar a Portugal, por lo que el combustible allí también es más caro. Pero la palma se la llevan Italia, Grecia y Holanda, donde los impuestos representan más del 60% del importe bruto. Holanda, de hecho, es uno de los países del mundo donde más caro está el combustible.
Fuera de Europa, en Estados Unidos, por ejemplo, la fiscalidad sobre los combustibles es mucho más baja, algo entendible por las estratosféricas distancias que hay en su vasto territorio.
Aún así, el precio varía entre los Estados, pero alrededor de solo un 10% equivale a impuestos. Y, además, con esta crisis de precios mundial, el actual presidente Joe Biden está barajando bajar o incluso suspender los impuestos al carburante.
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