Nacieron casi por accidente, por un proyecto secreto en el seno de Volkswagen, pero llegaron para democratizar el disfrute al volante y, 40 años después, siguen siendo la mejor opción diversión/precio en el mundo del automóvil.
AÑOS OCHENTA: PRIMERAS RÉPLICAS
El éxito casi inmediato del Golf GTi original abrió los ojos a muchos fabricantes, que empezaron a lanzar versiones potenciadas de sus modelos más populares, la mayoría utilitarios. El primero en reaccionar fue Ford, que lanzó el Fiesta XR2 en 1982. Inicialmente salió con un motor 1.6 de 83 CV, para poco después subir hasta los 96 CV. Ambas variantes destacaban por su manejabilidad, pero ante todo ofrecían unos frenos sobresalientes para su época. Las prestaciones, en cambio, eran menos brillantes.
En 1985 Renault convirtió el Supercinco en una pequeña bomba con motor 1.4 turbo de 115 CV, y fue de los modelos más rápidos, reforzando su liderazgo con su evolución posterior a 120 CV, que pasaba ya de 200 km/h. Sin embargo, su comportamiento en curva no era demasiado eficaz y exigía al conductor cierta habilidad al volante.
El Peugeot 205 GTi, en cambio, que se lanzó también en 1985, fue una auténtica referencia por su dinamismo y diversión a los mandos. Incluso hoy, la conducción ágil y precisa de este 205 sigue despertando alabanzas. Nació con un motor 1.6 de 105 CV y cerró su ciclo comercial con un 1.9 de 130 CV que aumentó su rendimiento. Y fue el único que consiguió robar protagonismo tanto al Golf GTi original (comercializado en 1976) como a su sucesor y coetáneo, el GTi de segunda generación (1984 a 1991).
AÑOS NOVENTA: MÁS RÁPIDOS Y EXIGENTES
Los años noventa trajeron un aumento de la potencia media, hasta los 150 CV, y los GTi empezaron a ofrecer aceleraciones fulgurantes. Sin embargo, a sus chasis les costaba digerir el potencial y sus comportamientos podían ser excitantes, pero también delicados. Las aseguradoras subieron las primas, en paralelo al aumento de accidentes, y estos coches se ganaron fama de peligrosos.
A pesar del panorama, se lanzaron modelos que aún hoy siguen grabados en la memoria de muchos entusiastas. Es el caso del Opel Astra GSi (1991), que tenía un motor 2.0 con 16 válvulas, 150 CV y prestaciones imponentes (220 km/h), y también del Renault Williams (1993), una evolución del Clio que rendía asimismo 150 CV e impactó por su carrocería ensanchada, llantas doradas y aceleración de 0 a 100 km/h en solo 7,9 segundos. Pero los dos podían sorprender con reacciones nerviosas.
Japón contraatacó con propuestas de renombre entre los GTi del momento como el Nissan Sunny GTi de 143 CV (1993) y el Honda Civic VTi (1995), con un motor 1.6 que subía hasta 7.600 rpm y otorgaba 160 CV. Ambos tenían comportamientos más sanos, aunque requerían también pericia. Y merece además una mención el Peugeot 306 S16 (1996) por sus 167 CV y gran agilidad.
LOS 2000: ESCALADA DE POTENCIA, INCLUSO DIÉSEL
Más madera. Con el siglo XXI llegó la explosión de la potencia, y los GTi pasaron a ser super-GTi, con rendimientos de hasta 250 CV, como el icónico Alfa Romeo 147 GTA (2002), que equipaba un motor enorme, 3.2 V6, y marcó época. Afortunadamente, los chasis mejoraron su estabilidad y capacidad dinámica, y las ayudas electrónicas, como los controles de tracción y estabilidad, terminaron por reforzar la seguridad.
En esa década, Seat, que ya había lanzado sus primeros modelos de corte dinámico en los años noventa, terminó de labrarse un nombre como fabricante de versiones deportivas, y tanto el León Cupra R (2003) como el Ibiza Cupra (2004) fueron referentes por sus comportamientos. El León llegó a ofrecer 225 CV, mientras que el Ibiza tenía la particularidad de disponer de dos variantes, gasolina (180 CV) y gasóleo (160 CV), consolidando así otra tendencia inaugurada en los noventa, los GTi diésel: alcanzaba 220 km/h y gastaba 5,4 litros de media oficial.
Pero estos son solo algunos ejemplos, porque durante la década pasada muchas marcas lanzaron propuestas de nivel: Ford Focus RS, Honda Civic Type R, Mini JCW, Renault Clio RS… Incluso aparecieron modelos con tracción 4×4, como el Audi S3, y de propulsión trasera, como el BMW 130i.
ACTUALIDAD: REGRESO AL CONCEPTO ORIGINAL
La fiesta de la década de 2000 diversificó el concepto GTi, pero provocó al mismo tiempo un distanciamiento del ADN original: tamaño compacto, tracción delantera, cierta potencia y peso ligero. Hoy día, el festival continúa y hay modelos de hasta 350 CV, que corren como superdeportivos y se alejan cada vez más de la idea inicial. Sin embargo, hay alternativas, como las versiones deportivas de los utilitarios actuales, que permanecen bastante fieles al enfoque primordial. Sobresalen tres opciones: Ford Fiesta ST, que es el GTi moderno más asequible, aunque también uno de los más ágiles y divertidos de conducir (182 y 200 CV); Peugeot 208 GTi (208 CV), que se inclina hacia una mayor deportividad, con diferencial delantero autoblocante y suspensiones rígidas, y una buena mezcla entre reacciones vivas y aplomo, y Renault Clio RS (200 y 220 CV), que brinda el tacto más deportivo, por respuesta de motor, pero con un comportamiento más estable, aunque no falto de agilidad, y solo con cambio automático (manual los otros).
Otras propuestas a tener en cuenta son los Opel Corsa OPC (207 CV) y DS3 Performance (208 CV), los Seat Ibiza Cupra y VW Polo GTi (192 CV), y también el Audi S1 (231 CV), aunque este último tiene tracción 4×4 y ofrece sensaciones de manejo diferentes.
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