En el CES de Las Vegas no sólo hay espacio para marcas de coches, los fabricantes de componentes también tienen su hueco. Magna es uno de ellos y ha acudido a Nevada para presentar el siguiente nivel en lo que a alcoholímetros se refiere: sus dispositivos únicamente necesitan examinar el aliento y las pupilas del conductor para saber si puede (o no) conducir.
Los alcoholímetros se han convertido en una herramienta fundamental para poner coto a la conducción bajo los efectos de esta sustancia. Tanto es así que, en Europa, desde mediados de 2022, es obligatorio que todos los coches nuevos tengan la preinstalación del alcoholímetro antiarranque. Eso sí, cada país decide en qué situaciones será imperativa su instalación.
Cabe recordar, tal y como apunta la Dirección General de Tráfico (DGT), que el alcohol es uno de los factores de riesgo más frecuentes: está presente en el 30-50% de los accidentes mortales. Bajo sus efectos se cometen más errores y la toma de decisiones es más lenta. No en vano, afecta a casi todas las capacidades psicofísicas necesarias para una conducción segura.
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Cinco minutos después de ingerirlo, el alcohol puede empezar a detectarse en la sangre: alcanza su máximo nivel entre los 30 y 90 minutos siguientes. Si se detiene la ingesta, a partir de ese momento, empieza a desaparecer lentamente de la sangre hasta su completa eliminación.
Si una persona tiene un nivel de alcoholemia de 1 g/l, necesitará entre seis y 10 horas para que su nivel de alcoholemia sea inferior al máximo permitido. No obstante, en este escenario el riesgo de tener un accidente puede verse ya incrementado.
Con el aliento y las pupilas
Hasta ahora, para medir la cantidad de alcohol ingerida por un conductor, las autoridades disponen de dos métodos: análisis de sangre o las pruebas de aire respirado que se realizan en los controles. Magna ha ido un paso más allá creando un dispositivo que, a través del aliento y las expresiones faciales, detecta si una persona está bajo los efectos de esta sustancia.
Este alcoholímetro, que se puede integrar en los vehículos, emplea sensores infrarrojos capaces de detectar la concentración de alcohol y dióxido de carbono que el conductor tiene en el aliento. Cuenta, también, con una cámara que observa las pupilas de la persona que está al volante para evaluar su concentración, su somnolencia y su nivel de intoxicación etílica.
Más allá de su utilidad para detectar casos de embriaguez, este dispositivo supone un extra de seguridad para controlar otros factores de riesgo (como el cansancio) que también comprometen la seguridad en la carretera.
Los límites en España
La DGT recomienda no conducir después de haber consumido cualquier cantidad de alcohol y recuerda que la única tasa realmente segura es la 0,0 g/l. Sin embargo, en España los conductores en general pueden ponerse al volante, sin peligro de recibir una multa, siempre que no superen un 0,5 g/l en sangre y un 0,25 mg/l en aire respirado. Para los noveles y profesionales, el listón es un poco más bajo: 0,3 g/l en sangre y 0,15 mg/l en aire respirado.
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