Que ciertos animales en entornos controlados se han puesto tras el volante de un vehículo no es algo nuevo. Así, diferentes criaturas han demostrado habilidades sorprendentes al ser entrenadas para conducir vehículos. Algunos perros en Nueva Zelanda, por ejemplo, aprendieron a manejar coches modificados, usando pedales, volante y palanca de cambios, como parte de un proyecto para promover la adopción de mascotas. Chimpancés y monos rhesus también han operado vehículos pequeños o simuladores, mostrando su avanzada destreza motora y capacidades cognitivas, aprovechadas en estudios sobre aprendizaje y habilidades.
Otros animales también han sido puestos al volante con éxito. Un grupo de gatos llegó a manejar pequeños vehículos motorizados en actividades de enriquecimiento, mientras que caballos, como el famoso “Lady Wonder”, aprendieron a manipular controles básicos.
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Del mismo modo, hace unos años unas palomas, aunque no condujeron coches reales, utilizaron simuladores para realizar tareas de navegación. Estos casos resaltan la capacidad de diversas especies para adaptarse, aprender y ejecutar tareas complejas, mostrando una enorme versatilidad.
Ratas al volante
La investigadora Kelly Lambert, del departamento de neurociencia de la Universidad de Richmond, y su equipo desarrollaron en 2020 un experimento para investigar la el cerebro de los roedores. Para ello utilizaron ratas de laboratorio a las que sometieron a diferentes pruebas. Entre ellas, construyeron un vehículo diminuto con ruedas con un suelo de aluminio y tres barras de cobre como volante. Cuando una rata se colocaba sobre el suelo de aluminio y tocaba las barras de cobre con sus patas, completaba un circuito eléctrico que hacía avanzar el coche.
Al tocar las barras del lado izquierdo, la central o la del lado derecho, le permitía dirigir el coche en las diferentes direcciones. Se entrenó a seis ratas hembras y once machos para conducir el coche en áreas acotadas rectangulares de hasta cuatro metros cuadrados. Como recompensa, recibían trozos de cereales al tocar las barras y hacer avanzar el coche. El equipo motivó a las ratas a mejorar sus habilidades, colocando las recompensas en puntos cada vez más lejanos dentro de esas zonas. “Aprendieron a navegar el coche de formas únicas y emplearon patrones de conducción nunca antes usados para finalmente llegar a la recompensa”, explicó Lambert.
Disfrutar conduciendo
Pero lo realmente importante de este experimento, es que las ratas entrenadas para conducir se mostraban excitadas cuando veían acercarse a sus jaulas a los responsables del equipo que median las pruebas de conducción. Esto extrañó a Kelly Lambert, que decidió realizar nuevas pruebas con los roedores, para conocer si el hecho de conducir el pequeño vehículo era porque querían ganarse la comida o por si de verdad les gustaba conducir. El resultado fue esclarecedor, las ratas disfrutaban de la conducción, no lo hacían por la recompensa.
El hecho de conducir relajaba a los roedores, ya que se mostraban menos estresados que los ejemplares de control que no conducían en las pruebas. Es más, antes de posar el pequeño vehículo en el suelo, ya estaban acelerando. Este hallazgo coincide con estudios previos de Lambert que muestran que las ratas se estresan menos tras dominar tareas difíciles. “Creo firmemente que las ratas son más inteligentes de lo que la mayoría de la gente percibe y que muchos de los animales son más listos de lo que pensamos”, sentenció Lambert.
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