En el mundo del automóvil, la mayoría de las veces el diseño se supedita a la función. Más espacio, mejor aerodinámica… Por norma general, la opción que se acaba imponiendo es la más práctica o la que ofrece una mejor relación entre la calidad y el precio. La consecuencia, casi siempre, es que se pasen por alto elementos que tienen mucho más desarrollo del que cabría suponer.
Entre esos grandes olvidados están las puertas. Sí, las puertas, algo que a priori puede parecer baladí y, seguramente, aburrido. Accionar el tirador, abrir, entrar, cerrar y fin del asunto. Pero, aunque estemos tan acostumbrados a ellas, no siempre estuvieron ahí.
Los primeros automóviles, relevo de los carruajes a finales del siglo XIX, no las tenían. ¿El motivo? Los constructores ni se lo habían planteado: el único objetivo era que el coche funcionara y, más tarde, que fuera más rápido. En ese contexto, en el que seguridad o comodidad todavía eran conceptos desconocidos, las puertas, que añadían peso al conjunto y complejidad a su construcción, no tenían sentido para los fabricantes.
Quizá cansados de tener que llevar casi obligatoriamente gafas para conducir o hartos de soportar el polvo de cada viaje, en la década de 1920 los habitáculos y las puertas empezaron a ser habituales en los nuevos modelos, aunque con una configuración heredada de los carros de caballos: se abrían de delante atrás, con la bisagra en la parte trasera, en lo que se ha denominado popularmente apertura ‘suicida’.
El nombre no deja mucho lugar a la imaginación (es algo a lo que los gánsteres contribuyeron con sus ajustes de cuentas), pero aunque se mantuvieron de forma habitual hasta mediados del siglo XX, pronto se impusieron las puertas hoy considerada convencionales, con la bisagra en la parte delantera. No hay una razón histórica para ello, pero motivos como la simplicidad del mecanismo, su coste reducido o el hecho de que en caso de apertura accidental la presión aerodinámica hace que vuelvan a cerrarse por sí mismas, son posiblemente sus principales valedores.
A pesar de su preponderancia, en el mercado actual hay muchos tipos de puertas diferentes, cada cual más pintoresco. Algunos han desaparecido casi por completo por cuestiones de historia o seguridad, mientras que otros son prácticamente exclusivos de superdeportivos o coches de lujo porque sus complejos sistemas encarecen demasiado el producto. Esto no quiere decir que sean meros añadidos para lucir exclusividad: muchos de ellos son incluso más prácticos y cómodos que el habitual que encontramos en casi todos los modelos de las marcas generalistas.
SideWinder
Presentadas en el reciente y radical Rezvani Beast Alpha, las puertas se extraen de la carrocería de manera perpendicular para después deslizarse hacia adelante hasta colocarse junto a los flancos delanteros. Dejan bastante espacio para entrar y salir, sobre todo en la cabeza, aunque el sistema es complejo para lo que aporta en realidad.
Alas de gaviota
Tan reconocibles que hasta dieron nombre a uno de los modelos más icónicos que las usó, el Mercedes 300 SL Gullwing. Su punto de anclaje está en el techo, por lo que se abren hacia arriba. Esto repercute en un enorme espacio para acceder al interior del vehículo y, contra lo que se suele pensar, no necesitan mucho sitio para abrirse sin problemas.
Apertura ‘suicida’
Están prácticamente extintas hoy en día, pero fueron muy habituales hasta la década de los 50. Los motivos de su pintoresco nombre se deben a que, en caso de apertura accidental en marcha, la fuerza del aire las abría todavía más, provocando que los ocupantes pudieran salir despedidos. Todavía pueden verse en algún modelo, como en las puertas traseras del Opel Meriva, que este año ha dejado de fabricarse). Como nota negra, también se apunta a que eran las preferidas de los gánsteres para arrojar a sus víctimas desde coches en movimiento.
Tijera
Popularizadas, entre otros, por muchos modelos de Lamborghini, son puertas de apertura completamente vertical, que giran sobre un punto de anclaje en el pilar A. Útiles para aparcar en espacios estrechos, su comodidad de uso depende mucho del ángulo de giro que tengan, ya que, si es escaso, el hueco para entrar o salir puede verse bastante perjudicado.
Alas de mariposa
También conocidas como diédricas, son una variación de las de tijera. En lugar de girar solo hacia arriba, también rotan un poco hacia al exterior. Esto abre un hueco algo mayor para la entrada y salida de los ocupantes, aunque por el contrario necesitan más sitio para abrirse.
Cisne
Aparentemente son muy similares a las puertas convencionales, pero en su apertura giran ligeramente hacia arriba. El sistema se suele emplear en modelos con poca altura libre al suelo para evitar roces.
Cúpula
Rarísimas y reservadas casi en exclusiva a prototipos o deportivos muy especiales. Emplean un sistema similar al de los cazas de combate, desplazándose hacia arriba toda la parte superior para facilitar el acceso.
Correderas
Como las que se pueden encontrar en muchos hogares, la puerta se desliza por un carril, quedando oculta en los paneles laterales de la carrocería.
Correderas inferioes
Todavía menos frecuentes que sus hermanas, se deslizan hacia abajo, ocultándose en el chasis.
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