Carga eléctrica

Tiempos convulsos

La pregunta ha sido recurrente a lo largo del todo el año que ahora termina: ¿qué coche me compro? Tampoco es que sea nada nuevo lo que me plantean amigos, vecinos, familiares, compañeros o lectores, pero sí es cierto que la inquietud de los usuarios ha subido muchos enteros durante los últimos meses.

Es comprensible, los mensajes tan contradictorios procedentes de distintas fuentes provocan confusión e incluso preocupación. Los conductores temen equivocarse en su elección, que dentro de unos meses o unos años se produzcan cambios legislativos que limiten la movilidad de su flamante vehículo. Como ya hemos planteado en anteriores ocasiones en este mismo espacio, la incertidumbre retrae la intención de compra y perjudica seriamente a un sector que representa el 10% del PIB. Asunto serio, por tanto.

Esta ha sido la tónica durante un ejercicio en el que las marcas han acelerado el proceso de electrificación de sus gamas. No les queda otra a la vista de la que se les viene encima con las estrictas limitaciones de emisiones que entrarán en vigor en solo unos días, con la llegada de 2020. Un esfuerzo que, bajo mi punto de vista, va muy delante del que realizan el resto de los implicados en el asunto. Tendremos a nuestra disposición magníficos coches electrificados de algún modo (incluyamos también a los híbridos enchufables), pero ¿dónde se recargarán?

Es absolutamente comprensible y lícito que los clientes sigan desconfiando de esta tecnología como camino hacia la descarbonización de la movilidad. Las infraestructuras en España no están a la altura de las circunstancias, nos encontramos a la cola de los países de nuestro entorno en este sentido, tanto en calidad como en cantidad de puntos de recarga. ¿Quién convence entonces a un usuario de que la electrificación es la solución que necesita?

Cargadores

El año que estamos a punto de comenzar va a ser complicado para el sector, para las marcas y sus redes de distribución. Para empezar porque la ralentización económica se antoja ya, lamentablemente, como una realidad. Pero incluso más allá de condicionantes estructurales generales, la automoción afronta un periodo convulso, de transformación desordenada y con mucho en juego en cada decisión que se adopte.

Sirva como ejemplo de este caos un situación que se producirá con inmediatez: para alcanzar sus objetivos de emisiones, las marcas incentivarán la matriculación de automóviles diésel, más eficientes en valores de CO2 que los de gasolina y, por supuesto, mucho más sencillos de vender que los eléctricos. ¡Con lo que nos han contado sobre este combustible!

En todo caso, y para no terminar 2019 con un tono tan pesimista, sigo confiando en la capacidad de reacción y en los recursos que maneja una industria proactiva como pocas. Que no será fácil resulta indiscutible, pero espero que las marcas encuentren una solución de compromiso válida para seguir atendiendo a las necesidades de sus clientes sin caer en la bancarrota. Llevan tiempo preparándose para ello y ojalá tengan algún conejo dentro de la chistera.

Y no quiero cerrar estás última líneas de ‘El Retrovisor’ de 2019 sin agradecer vuestro apoyo (que cada día es mayor) durante este tiempo y especialmente desearos todo lo mejor para el nuevo año. Llegamos a los felices 20, ojalá lo sean de verdad.

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