Coches sin marcha atrás, vehículos sin ventanas ni techo, automóviles con tres ruedas… Coches raros. Aunque suena a broma, estos artilugios no solo circularon alguna vez por las carreteras europeas, sino que arrasaron entre los conductores. Hablamos, claro, de otros tiempos, aunque algunos tampoco son tan lejanos. Ver para creer.
BMW ISETTA
Un auténtico huevo motorizado que popularizó BMW en los años cincuenta del siglo pasado, aunque en realidad nació en Italia de la mano de la factoría Iso a partir de un diseño de Ermenegildo Preti. La maltrecha economía italiana obligó a los fabricantes de vehículos a ingeniárselas para colocar en el mercado coches baratos y asequibles, algo que sonaba a imposible en un país machacado tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Pero el Isetta fue capaz de eso, y de mucho más. El modelo encandiló no solo a los conductores italianos, sino que se fabricó en otros países, entre ellos España. Con un consumo de 3 litros cada 100 kilómetros, su mecánica era muy sencilla y eficaz.
Se accedía al interior del coche, de 2,3 metros de longitud, abriendo el frontal delantero. Con capacidad para dos personas (conductor y acompañante), un motor monocilíndrico de 236 cc y 9,5 CV permitía que el automóvil alcanzara un máximo de 75 km/h, con una caja de cambios de cuatro velocidades.
PEEL P50
Fue el coche más pequeño del mundo, un minivehículo de 1,34 metros fabricado entre 1962 y 1965 por Peel Engineering Company en la Isla de Man. Con un único asiento con capacidad para albergar a un conductor adulto y una sola puerta, este automóvil pesaba 59 kilos. Contaba solamente con tres ruedas, una caja de cambios de tres velocidades y carecía de marcha atrás. Para moverlo bastaba con arrastrarlo mediante un asa.
El motor, monocilíndrico de 49 cc y 4,5 CV, podía propulsar al coche hasta casi 60 km/h. Hace solo cinco años, un grupo de inversores decidió producir 50 unidades de esta reliquia pop británica, en dos versiones (motor eléctrico o gasolina). ¿Su precio? Entre 12.350 euros (gasolina) y 12.900 euros (eléctrico).
BISCÚTER
Es un icono de la automoción celtibérica, un microcoche muy popular en la España de los años cincuenta del siglo XX y que hoy es una pieza indiscutible de museo. “Estos pequeños vehículos son de construcción española, y salen de una factoría de Barcelona a razón de 15 coches diarios, aunque constantemente es incrementado el ritmo de producción”, pregonaba un NO-DO de la época sobre el Biscúter Serie 100. Este coche, simple y austero, no tenía ventanas, puertas ni marcha atrás.
El NO-DO prosigue con las bondades de un automóvil, cuya “carrocería es de duro aluminio, su tracción delantera y la dirección, a cremallera. El motor refrigerado por baño de aceite es también de producción nacional. La capacidad de maniobra y aceleración, les hace deslizarse fácilmente como ardillas urbanas”.
“Alcanza velocidades de 75 km/h, y su facilidad de conservación y su bajo coste de mantenimiento, hacen de él un coche muy popular con el que también se pueden efectuar excursiones. Le bastan 4 o 5 litros de gasolina cada 100 kilómetros, casi como un mechero”, concluye el documental. Un motor Hispano Villiers de un cilindro, 197 cc y dos tiempos desarrollaba una potencia de 9 CV. El auto se arrancaba con un tirador y tenía la trasmisión solamente a la rueda delantera derecha.
RELIANT ROBIN
Otra rareza de tres ruedas made in England fueron estos vehículos de estética setentera y peligrosa estabilidad. Se fabricaron durante casi 30 años (de 1973 a 2001) en distintas versiones (se supone que mejoradas). Su peso no superaba los 450 kilos y estaba dotado de un motor muy simple (no llegaba a 900 cc) de cuatro cilindros y cambio manual de cuatro velocidades. Uno de los coches raros con más trayectoria.
Al situar la tracción en sus dos ruedas traseras y la dirección en la rueda delantera, el coche volcaba con facilidad cuando tomaba determinadas curvas a cierta velocidad. Para evitarlo, muchos conductores colocaban contrapesos dentro de la cabina. Su interior era bastante amplio, con capacidad para cuatro personas, e incluso contaba con un pequeño maletero.
MAZDA R360
El primer coche de pasajeros de Mazda llegó el 28 de mayo de 1960. Superadas las penurias económicas de la posguerra, aquel día los japoneses conocieron por primera vez un coche que resultó esencial en la historia de su automoción. En solo siete meses, la factoría nipona había fabricado 23.417 unidades.
Por primera vez, la clase media del país podía acceder a un automóvil familiar con unos precios asequibles (de 300.000 a 320.000 yenes). El vehículo (un coupé de cuatro plazas que solo pesaba 380 kilos) utilizaba un motor de cuatro tiempos de 356 cc capaz de impulsar el coche a 85 km/h.
Con un sistema de suspensión independiente en las cuatro ruedas y un cambio manual de cuatro velocidades (o transmisión automática de dos), se trató de un auto revolucionario: fue el primero producido en el país en utilizar un convertidor de par y su diseño fue rompedor.
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