Siempre ha habido una tendencia clara por parte de las marcas a buscar denominaciones para sus modelos que los identificaran con algo icónico o significativo. Y los coches con nombre de animal son uno de los ejemplos más evidentes.
La razón resulta sencilla de entender: es fácil relacionar a diferentes animales con la rapidez, la capacidad de maniobra, la robustez o la belleza.
Otras veces no han sido las marcas, sino la decisión popular la que ha bautizado con seudónimos a varios modelos de coches. Un claro ejemplo es el Volkswagen Escarabajo.
Vamos pues a adentrarnos en la fauna más salvaje de todas, donde rugen los motores y tiembla el suelo al paso de las ruedas de la manada.
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