El calor intenso puede causar no pocos problemas no solo a las personas, sino también a los vehículos.
Hace solo unos pocos días se acercaba un conductor al taller con unos daños en el coche difíciles de creer. Y es que la carcasa del retrovisor y el revestimiento del pilar B se encontraban semiderretidos por el sol.
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Esto sucedió porque el dueño del vehículo lo aparcó en una zona donde se concentraban los rayos de sol reflejados por un edificio de cristales situado delante del coche.
Casi sale ardiendo
Cuando el conductor llegó y en sus propias palabras: “noté también que estaba saliendo humo de una pequeña zona del respaldo del asiento y cuando lo vi, ya había un agujero, como si alguien lo hubiera quemado con un cigarro”.

Visiblemente nervioso, confesó que no se dio cuenta del peligro que encerraba esta plaza de aparcamiento y que si hubiera tardado solo cinco minutos más en recoger el coche, probablemente ya hubiera empezado a arder.
El culpable: el peligroso efecto lupa
Los daños en la carrocería y en la pintura fueron consecuencia del efecto lupa creado por las ventanas del edificio.

En estos casos, los rayos del sol atraviesan el cristal y este actúa como un embudo canalizando la energía y el calor: en los casos más extremos y en contacto con un material inflamable puede desencadenar un incendio.
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