Es mirar este coche y sentir nostalgia por lo que hace no tanto tiempo era el mundo de la automoción. Hace ya 25 años que el Mercedes 190 E 2.5-16 Evo II se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra, pero aún hoy en día conserva ese halo de deportividad asalvajada que encandiló a propios ya extraños en su estreno.
Se trata de un modelo ícónico fácilmente reconocible, sus líneas rectangulares dejan claro su origen ‘tardíochentero’ y el kit aerodinámico le confería una imagen realmente agresiva. Obviamente hablamos de paragolpes de mayores dimensiones, faldones laterales o marcados pasos de rueda, pero indudablemente todo el protagonismo se lo lleva el descomunal alerón presente en la zaga.
Y no se trataba del típico mucho ruido y pocas nueces que vemos en algunos modelos de hoy en día, el Evo II parecía una bestia, porque era una bestia. Su corazón era un motor 2.5 16 válvulas heredado del Evo I, con la diferencia de que en vez de los 195 CV de éste, el II entregaba 235. Quizá sean cifras que no impactan, muchos hot-hatchs actuales las alcanzan, pero en 1990 eran números muy a tener en cuenta.
Y lo mismo ocurre en lo referente a las prestaciones: aceleraba de 0 a 100 km/h en 7,1 segundos y alcanzaba los 250 km/h de velocidad punta. De nuevo, míralo en perspectiva.
No es de extrañar, pues, que Mercedes decidiera llevarlo a competición. Para ello fabricó 502 unidades, el mínimo necesario para poder homologarlo a ojos de FIA, y casi de inmediato AMG se puso manos a la obra con el DTM como objetivo.
Para acondicionarlo y hacerlo competitivo se recurrió a una doble vía: menos peso y más potencia. Para lo primero se sustituyeron algunas piezas originales de la carrocería como capó, techo y alerón, por otras hechas de plástico. Y para lo segundo se embruteció el motor hasta exprimir de él 373 CV. Casi nada.
Los resultados no tardaron mucho en llegar, quedando tercero en 1990, subiendo al segundo puesto en el campeonato dos años después y coronándose en 1993 al copar los tres primeros puestos de la clasificación del DTM. Lo dicho, una leyenda.
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