En este pueblo, 30 vecinos comparten el mismo coche y sus llaves están en el bar

El coche en cuestión es un antiguo Citroën ZX que ha pasado de un uso individual a un uso comunitario y mucho más práctico.

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El pueblo en Francia donde se comparten un mismo coche. | Getty Images y Wikipedia.

En plena Francia rural, donde el coche sigue siendo una herramienta imprescindible para el día a día, un pequeño municipio ha decidido replantear su relación con el automóvil.

En Pont-de-Barré, una localidad de apenas 300 habitantes situada en el sureste del país, una treintena de vecinos ha puesto en marcha una iniciativa tan sencilla como disruptiva: compartir un único coche entre ellos.

El proyecto, impulsado por los propios residentes, se basa en un principio de ayuda mutua, confianza y sostenibilidad. El vehículo elegido es un veterano Citroën ZX, que ha pasado de ser un coche privado a convertirse en un recurso comunitario. No hay empresa detrás, ni plataforma digital, ni ánimo de lucro: solo un grupo de vecinos que ha decidido organizarse para reducir gastos y dependencia del vehículo individual.

El funcionamiento es tan simple como efectivo. Los usuarios pagan 25 céntimos por kilómetro recorrido, una cantidad destinada exclusivamente a cubrir el combustible, el mantenimiento y las reparaciones del coche. No existen cuotas fijas ni reservas complejas. Las llaves se guardan en el bar del pueblo, que actúa como punto de encuentro informal y símbolo de la confianza colectiva.

Citroen ZX
Un Citroen ZX en Francia.

Una medida también ecológica

Más allá del ahorro económico (especialmente relevante en un contexto de precios elevados del carburante y del coste creciente de mantener un coche), la iniciativa tiene un claro componente medioambiental. Compartir vehículo reduce el número de coches en circulación, las emisiones asociadas y el consumo de recursos, algo especialmente significativo en zonas rurales donde el transporte público es escaso o inexistente.

Pero el impacto va más allá de lo económico o lo ecológico. Los impulsores del proyecto subrayan que el coche compartido ha reforzado los lazos sociales en el municipio. Compartir un bien tan personal como un automóvil obliga a coordinarse, hablar y confiar, recuperando una lógica comunitaria que se había ido diluyendo con el uso individual del coche.

El ejemplo de Pont-de-Barré demuestra que la movilidad sostenible no siempre pasa por grandes inversiones, electrificación masiva o complejas infraestructuras. A veces, basta con repensar el uso del coche y adaptarlo a las necesidades reales de una comunidad. En un momento en el que el debate sobre movilidad, emisiones y costes está más vivo que nunca, esta pequeña experiencia rural lanza un mensaje claro: otra forma de usar el coche es posible, incluso sin renunciar a él.

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