Se llama EZ-GO y fue la estrella del pabellón de Renault en el pasado Salón de Ginebra. Este prototipo de coche-robot está pensado para resolver el transporte personal de las grandes ciudades, donde según los expertos se concentrará el 70% de la población mundial de aquí a 2050. Así, reúne todos los ingredientes del coche del futuro: eléctrico, completamente autónomo, conectado por wifi y compartido por seis pasajeros. Y por supuesto, se podrá reservar en tiempo real con solo utilizar una aplicación. Christian Ledoux, responsable mundial de los planes de movilidad de la alianza automovilística Renault-Nissan-Mitsubishi, explica su filosofía y objetivos.
PREGUNTA. ¿Cuándo prevé que lleguen los coches 100% autónomos?
RESPUESTA. El coche autónomo llegará paso a paso de forma progresiva. No será un big bang y durante un largo periodo los vehículos autónomos convivirán con los actuales, que tendrán un nivel de autonomía inferior. Pero llegarán primero a las grandes ciudades, que crecen muy deprisa, mientras las líneas de transporte no lo hacen al mismo ritmo y la construcción de nuevas infraestructuras como el metro son muy lentas. Esta situación es una oportunidad para nosotros, porque nos permitirá ofrecer flotas de vehículos robotizados que cubran las nuevas necesidades de transporte, no solo de personas, sino también de mercancías. Por otra parte, la implementación dependerá de las vías, y las más modernas y mejor señalizadas serán las primeras candidatas a recibir vehículos autónomos, dejando las más pequeñas y secundarias para más adelante.
P. ¿Cuál es la diferencia entre un coche autónomo y un coche robot?
R. Cuando decimos autónomo entendemos un automóvil que puede tener diferentes grados de autonomía; por ejemplo, cuando no hace falta actuar sobre los pedales, ni mantener las manos sobre el volante o mirar la carretera. En el vehículo robotizado no hay conductor. Es el máximo nivel de autonomía: el 5.
P. ¿Cómo afectarán a la industria los vehículos robotizados?
R. Pensamos que la industria del automóvil seguirá con su línea de actividad actual durante mucho tiempo. Pero en paralelo se va a desarrollar un nuevo negocio, que se está creando, y es el de los servicios de movilidad. Los fabricantes podrían convertirse en empresas de servicios, dedicadas a transportar personas de un sitio a otro. En lugar de vender automóviles, venderemos kilómetros.
P. ¿Tendrán que competir con otras empresas de servicios ajenas al sector industrial?
R. No queremos ser un simple proveedor de movilidad. Hay tres cosas por hacer: primero, fabricar el vehículo; luego, operar la flota (mantenimiento, limpieza, finanzas…), y después, establecer la interfaz con el cliente creando una plataforma de movilidad. Nosotros por ahora solo fabricamos el coche, pero vamos a hacer también lo demás, ya sea de forma directa o con socios.
P. ¿Cómo van a rentabilizar los servicios de movilidad?
R. Ahora trabajamos con modelos que permitirían bajar mucho los precios, incluso por debajo de los de empresas como Uber. Primero, porque se prescindirá del conductor y también porque el vehículo robotizado está disponible todo el día —no tiene casi mantenimiento, salvo las paradas para limpieza y recarga de baterías— y puede rodar indefinidamente. Si logramos disponer de flotas de vehículos robotizados en zonas de alta demanda que transporten muchos clientes de forma constante, podemos hacerlos rentables. Pero no es un proyecto para tener beneficios de inmediato. Habrá grandes inversiones iniciales y después se ganará dinero ofreciendo precios atractivos. Sin embargo, tenemos que conseguir que cada vehículo transporte varios pasajeros a la vez, porque si cada coche lleva uno solo, genera más tráfico, y esa no es una buena solución. Estamos elaborando unos algoritmos específicos que aprovechan un mismo trayecto para cubrir las necesidades de varios clientes.
P. ¿Qué socios necesitan para desarrollar su proyecto?
R. Primero nos hacen falta para la parte tecnológica. En los coches robot tenemos que suplir los ojos, el cerebro y las manos del conductor. Los ojos serán las cámaras y radares. La inteligencia artificial será el cerebro, y las manos serán sistemas con automatismos, más fáciles de desarrollar por nosotros. Después necesitaremos apoyo para la limpieza, mantenimiento y finanzas, y recurriremos a empresas de alquiler o servicios, como Ferrovial, por ejemplo, con quien ya tenemos acuerdos. Y también nos apoyaremos en nuestra red de concesionarios, que podría tener un pequeño parque de vehículos a su cargo para atender las necesidades en su entorno. Por último, harán falta las aplicaciones app para conectar con los clientes. Nos gustaría hacerlas, pero hay ya grandes actores dedicados a ello, como Didi en China o Uber en EE UU, que ya han creado grandes bases de datos. Aunque podríamos hacerlo igual, porque lo más difícil es construir el vehículo, y en eso tenemos ventaja. La realidad es que nadie hoy día está en condiciones de hacerlo todo en solitario. Se requieren socios para trabajar juntos, cada uno con sus respectivas competencias.
P. ¿Cómo se gestionará la ingente cantidad de datos que generarán los coches conectados?
R. Los coches conectados reciben y emiten muchos avisos; por ejemplo, que deben ir al concesionario por avería o mantenimiento. Pero de momento lo podemos gestionar sin problemas, porque no implica demasiados datos. El verdadero problema llegará con los coches autónomos, porque hay que evaluar al instante los datos del entorno y compararlos con la cartografía y GPS, fusionarlos, procesarlos con inteligencia artificial y tomar una decisión. Y todo en milisegundos. Los sistemas que elaboramos hoy día con la red de telecomunicación existente (4G) y con la que viene (5G) resultan suficientes para gestionar esos datos que, ciertamente, son colosales.
P. ¿Cómo cambiarán la sociedad los coches robot?
R. No será un cambio brusco, pero podemos esperar muchos beneficios. Por lógica, lo primero es que, al ser eléctricos, eliminaremos las emisiones. Luego reduciremos los accidentes con el funcionamiento autónomo: el 94% se deben a errores humanos, que no se producirán con el coche autónomo, porque al menor riesgo se parará. Y también ganaremos espacio, porque la gente no usará sus vehículos particulares en la ciudad, porque los reservará para trayectos largos, lo que quitará tráfico de las calles. La perspectiva es muy excitante, ya que, si trabajamos bien con las ciudades, podremos transformarlas. La transición al coche autónomo es similar a la revolución que supuso el paso del transporte a caballo al automóvil, que fue el fin para los que no creyeron en la movilidad mecanizada y siguieron apostando por el transporte animal. Se tomará su tiempo, pero es el mismo tipo de revolución.
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