Los Simpsons y su ácida crítica a la industria del automóvil

Los Simpsons también hicieron sátira de los grandes fiascos de la industria del motor de Estados Unidos.

Simpsons

Foto: The Simpsons

“Homer, necesito tu ayuda”. Mal empezamos. Pero Herb Powell, el hermano secreto de Homer Simpson que resulta ser, sorprendentemente, el dueño de un emporio automovilístico comparable a la Ford Motor Company, continúa: “Quiero que me ayudes a diseñar un coche, el coche para todos los Homer Simpson del mundo”. Este es el arranque de ‘Tiene derecho a permanecer muerto’, el capítulo 15 de la segunda temporada de Los Simpsons, emitido por primera vez en 1991 y que resulta ser una de las críticas más ácidas e irónicas a los grandes fracasos de la industria de la automoción de los Estados Unidos.

Como bien dijera Matt Groening, creador de la serie: “Los Simpsons es un programa de televisión que te recompensa cuando le prestas atención”. Dicho y hecho. El hermano de Homer vive en Detroit, cuna del motor estadounidense y, desde su sillón de Presidente de Powell Motors, trata de gestionar una de las mayores crisis a las que se ha enfrentado su compañía, motivada principalmente por la agresiva competencia de la industria japonesa. Sus asesores, más preocupados por posicionarse como prescriptores de tendencias que por escuchar lo que los americanos les demandan, proponen llamar al nuevo modelo en el que trabajan ‘El Perséfone’. Alterado, Powell pregunta: “¿Qué diablos significa eso? La gente no quiere coches con nombres de tipas griegas harapientas, quiere coches con nombre de animales viciosos”.

Pero todo cambia cuando Homer aparece en escena. Nombrado director del departamento de Diseño e I+D, el señor Simpson coordina la producción de ‘El coche diseñado para el hombre medio’, una monstruosidad espantosamente fea, con difíciles proporciones y de increíblemente alto precio, 82.000 dólares de 1991. Y ese engendro, El Homer, es precisamente el reflejo de los tres grandes fracasos de la historia del motor de Estados Unidos.

TUCKER TORPEDO, ¿UN ADELANTADO?

Corría el año 48 cuando Preston Thomas Tucker, osado empresario y temerario negociante, decidió revolucionar la industria del automóvil presentando su Tucker Torpedo. Dispuesto a encabezar la carrera de la modernidad, Tucker concibió, en pocos meses, un coche plagado de propuestas innovadoras, como los frenos hidráulicos de disco, una caja de cambios de preselección eléctrica y tres faros delanteros direccionales que giraban para alumbrar en las curvas. ¿Un coche demasiado sofisticado para el público americano, tradicionalmente conservador? Tal vez. Igual que El Homer, que ya incluía sistemas de retención infantil y ordenadores de a bordo en el 91.

FORD EDSEL, CON UNA VAGINA EN EL MORRO

Sin duda, el paradigma de los grandes fiascos del motor. En sus tres años de comercialización, causó aproximadamente 250 millones de dólares en pérdidas a Ford. ¿Por qué? Fallos de motor, en la dirección, en las marchas, exceso de consumo, ínfima potencia. Y, además, feo como un pecado: su parte delantera presentaba lo que los críticos catalogaron como una suerte de vagina o de collar de caballo. Y por eso su nombre, Edsel (en honor al hijo de Henry Ford), se comparó con otras palabras fonéticamente similares, como weasel (comadreja) o dead cell (batería estropeada). Sin duda, el caso más vinculado a El Homer por su diseño más que erróneo y sus bajísimas prestaciones.

DELOREAN, TAL VEZ DEMASIADO FUTURISTA

Puede que ahora se vea con mejores ojos, en gran medida gracias a la trilogía de Regreso al Futuro, pero cuando el DeLorean se presentó en los 80 fue visto como una suerte de marcianada. A pesar de gozar de cierta repercusión social en un principio, pronto dejó de generar interés, sobre todo por su carrocería de acero imposible de pintar y sus problemas técnicos, siendo los más relevantes los relacionados con el sistema hidráulico con el que se abrían sus puertas. Todo ello, sumado a los problemas legales de John Delorean, su creador (arrestado por tráfico de drogas), hizo que este futurista vehículo pasase a engrosar esta particular lista de fracasos. Homer Simpson, pobre de él, nunca ha entrado en litigios relacionados con estupefacientes, pero también se pasó de frenada concibiendo un vehículo más propio de la ciencia ficción.

Tucker Torpedo, Ford Edsel, DeLorean y El Homer. Cuatro nombres propios difíciles de olvidar para sus creadores y que o les llevaron directamente a la ruina o, al menos, minaron en gran medida su prestigio y sus cuentas. A Homer hay que reconocerle algo: ya predijo al inicio de los 90 muchos de los adelantos con los que cuentan hoy todos los vehículos modernos. Porque Homer tiene también su faceta de visionario. Tal vez dentro de un tiempo ‘La cucaracha’ sea el ritmo con el que suenen las bocinas en nuestras ciudades y carreteras. Sólo el tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que Herb Powell, igual que los otros tres fabricantes, hubiera preferido no salir de la cama ese aciago día en el que se marcaron como objetivo revolucionar la industria del motor de Estados Unidos.

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