Científicos de la Universidad de Harvard (EE UU) han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America un estudio que revela en aquél país una sustancial disminución de muertes achacables a las emisiones nocivas de los automóviles.
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Como refleja la exhaustiva estadística, durante el periodo de nueve años comprendidos entre 2008 y 2017 los decesos registrados en Estados Unidos relacionados con la contaminación han bajado en 8.000 personas (de 27.700 a 19.800)
Y las conclusiones del trabajo evidencian otro hecho muy importante: si los automóviles hubiesen seguido contaminando lo mismo que en 2008, el número de víctimas en 2017 no habría descendido, sino que se habría multiplicado 2,4 veces y pasado de las 27.700 víctimas registradas en aquel año a 47.520.
Y esta importante mejora registrada en la sanidad norteamericana ha sido consecuencia directa de las normas antipolución aplicadas a los vehículos de nueva factura, limitando su consumo y sus emisiones en las exigencias de homologación.
No bajar la guardia
Asimismo, el estudio confirma una mejora general en la salud de los norteamericanos y que los expertos cuantifican detalladamente en 270.000 millones de dólares (305.000 millones de euros) de ahorro en asistencia sanitaria.
Sin embargo, el trabajo también alerta de la amenaza que supone el crecimiento de la población y el aumento de tamaño de los vehículos, factores que podrían poner en peligro la favorable progresión lograda hasta el momento. Para evitarla, los autores del estudio recomiendan no bajar la guardia y animan a la administración a adoptar medidas más estrictas.
Y también incide en acelerar el proceso de electrificación, clave para conseguir mayores beneficios para la salud pública. Una transición que contempla también la lucha contra el cambio climático y requiere la implicación de las administraciones, pero también de una conciencia global de los ciudadanos.
Todos estos datos son extrapolables a Europa, donde las sucesivas normas Euro que limitan por ley las emisiones de los vehículos llevan aplicándose con rigor en los últimos años, siendo incluso más estrictas que las existentes en EE UU.
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