Siempre me han gustado las pick up. No sabría explicar muy bien por qué, pero ésa es la verdad. Quizá sea su estética de todoterreno al estilo ‘Made in USA’, quizá una polivalencia que, finalmente, tampoco tengo muy clara. En realidad esa caja abierta trasera, una especie de piscina metálica, puede servir para mucho o para nada… Indiscutible es que tienen su mercado y si no que les pregunten a los de Mitsubishi, que cada año fabrican más de 300.000 unidades de su L200 destinadas a los mercados de todo el mundo (excepto al estadounidense, difícil competir allí con los mastodontes que les entusiasman).
La marca japonesa nos trae ahora hasta España la quinta generación de su pick up. Mucho más bonita, mucho más eficiente, mucho más cómoda. La evolución de la especie, lo llaman. No son argumentos de mercadotecnia que utilice Mitsubishi, es una certeza contrastable al ponerse delante de este imponente todoterreno de 5,20 metros de longitud. Y su diseño me sigue gustando, más incluso que antes porque es actual, dinámico e integra con indiscutible acierto la caja de carga con el habitáculo, ya no da la sensación de ser un pegote que han añadido ahí sin tener muy claro cómo resolver el entuerto.
Dentro de la L200 también se aprecia la progresión. Recuerda a cualquier todocamino de la marca por acabados y equipamiento, mientras que las plazas traseras (en el caso de la variante de doble cabina, también hay una de simple) han mejorado de forma significativa: su respaldo ya no surge pegado literalmente al fondo de la caja, apuntando a la verticalidad, sino que es claramente más cómodo con un ángulo que puede hacer aceptable un viaje (quizá no un Madrid-Cádiz pero sí un Cádiz-Tarifa). El habitáculo está bien insonorizado y desde luego que el ambiente interior dista de un espartano vehículo de trabajo… aunque lo sea para la mayoría de sus potenciales compradores.
Y así llegamos a la clave del asunto, el sentido de un todoterreno como éste. En Mitsubishi España lo tienen claro y saben que el 80 por ciento de sus ventas corresponderán a la versión básica, la destinada al trabajo, dejando sólo el 20 por ciento para el resto de sus clientes. Es decir, estamos ante un coche para profesionales porque que es capaz de cargar en su caja de 1,5 metros de longitud y 47 centímetros de altura hasta una tonelada de peso, ya sea en balas de paja (aunque, la verdad, no sé cuánto ocupan tantas alpacas), material de construcción o leña para alimentar la chimenea durante el invierno.
Otros, por el contrario, preferirán cargar en ese espacio abierto (aunque hay algunos cerramientos muy molones como accesorios) algunas tablas de surf, media docena de bicicletas, un par de motos o todo el material para una estupenda semana de esquí. Lo que sí pueden tener claro los primeros, los profesionales, y los segundos, los ociosos, es que con la L200 alcanzarán con seguridad su destino. Es un coche con unas sensacionales capacidades en campo pero que también cumple en carretera, a pesar de que la elección de unas suspensiones con ballestas puede comprometer el comportamiento dinámico en determinadas circunstancias. Se vende en dos variantes de motor turbodiésel (154 y 181 CV), con opción de tracción sólo a las ruedas traseras o integral a las cuatro, además de un cambio de serie manual de seis marchas junto a otro automático de cinco y con levas en el volante en la versión tope de gama Kaiteki.
Así que en Mitsubishi ya están listos para la batalla en un segmento que se encuentra en plena ebullición con la previsión de nuevas versiones en las marcas de su competencia. Ellos creen, y no les falta razón, que cuentan con un buen producto para hacerse con un pedazo de unas ventas que ya están en marcha en sus concesionarios, con variantes de la L200 entre los 26.500 y los 40.000 euros. Así que si necesitas transportar un palé de azulejos y unos sacos de cemento o por el contrario llevar la canoa para divertirte durante el fin de semana, tener en cuenta esta opción parece una decisión inteligente.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram