Allá por 2013, Nissan consiguió despetar el interés de toda la industria con la presentación de dos prototipos en el Salón del Automóvil de Tokio: los IDx Freeflow e IDx Nismo.
Tras su estética retro a medio camino entre los clásicos Datsun y los muscle car americanos originales se encontraba la promesa de crear un deportivo ligero de tracción trasera y asequible. Básicamente la marca apuntaba a desarrollar lo que en principio iban a ser los Toyota GT86/Subaru BRZ, que al final acabaron teniendo un precio de mercado de alrededor de 30.000 euros.
Desde su presentación han sido numerosas las idas y venidas del proyecto, desde su casi confirmación como modelo de producción hasta la negación por falta de viabilidad. Finalmente, casi tres años después, Shiro Nakamura ha puesto el último clavo en el ataúd del deportivo. ¿La culpa? Los costes.
Según ha declarado a AutoExpress: “Necesitas la plataforma apropiada, porque tiene que ser ligera, compacta y además asequible. Y la realidad es que no es fácil de encontrar. Además, tendría que ser de propulsión trasera, porque si fuera un tracción delantera sería como hacer trampa”.
Viendo que la puerta estaba cerrada por esa vía, se le preguntó por el posible aprovechamiento de la plataforma del nuevo Alpine (mediante la alianza Nissan-Renault), a lo que respondió: “No somos una compañía de motor central, no tenemos la misma herencia que Alpine”.
El consuelo para los entusiastas de los deportivos de Nissan es que, en palabras del propio Nakamura, los Z y GT-R estarán en la gama “para siempre”.
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