Moverse en bici tiene encanto y requiere equilibrio; moverse en patinete eléctrico, también. El encanto que transmite es otro, quizá más cercano al de pasear rápido, y el equilibrio que exige es mayor, sobre todo al girar. Tampoco permiten cubrir tanta distancia como con una bicicleta, ni alcanzar sus velocidades, aparte de que se necesita un cable y un enchufe para recargarlos. Y sus precios, además, no son bajos, porque arrancan en unos 400 euros y rondan los 1.000 en los modelos de gama alta.
Sin embargo, pueden resultar más prácticos que una bici para las distancias cortas y la movilidad urbana, ya sea como herramienta de desplazamiento diario o ante usos recreativos o esporádicos. Y tampoco requieren esfuerzo físico.
Más información
Pero su mayor ventaja es otra: se pueden plegar y transportar con mayor facilidad. Así, resulta más sencillo meterlos en un ascensor y subirlos a la oficina, viajar con ellos en transporte público o guardarlos en el maletero del coche. Pueden integrarse en casi cualquier rutina diaria.
En España existen más de 700.000 patinetes eléctricos, según datos de FEVEMP, la Federación Española de Vehículos de Movilidad Personal. Y sus ventas no paran de crecer. Forman ya parte del paisaje urbano en muchas ciudades, aunque también por la misma razón, de los incidentes (y algunos accidentes) del tráfico diario.
Desde el 2 de enero, está en vigor un cambio en la normativa que ha corregido ciertas lagunas existentes en el reglamento anterior, y que permitían entre otras cosas que los patinetes pudieran circular por las aceras, junto a los peatones. Desde esa fecha, ya no.
Según la DGT, los patinetes eléctricos están considerados como VMP o vehículos de movilidad personal. Y su velocidad máxima puede ser de entre 6 y 25 km/h. Por debajo tiene consideración de juguete y, por encima, de ciclomotor. Y solo pueden circular por calles urbanas: ni por las aceras (hay que bajarse y moverse a pie), ni tampoco por túneles, carreteras, autovías y autopistas. Sí pueden utilizarse en carriles bici, sendas peatonales y urbanizaciones.
Con una bicicleta de montaña, es relativamente sencillo mantener 30 km/h en llano, y con una de carretera, 35 o incluso 40 km/h. Los patinetes eléctricos no pasan de 25 km/h (algunos bajan incluso a 20 km/h) y si se circula de forma sostenida a la velocidad máxima, su autonomía, de unos 20 kilómetros de media, se verá recortada a la mitad.
Pero, al mismo tiempo, no requieren realizar esfuerzo físico para desplazarse, evitando sudoraciones, por ejemplo, y siendo en general más compatibles con la ropa de trabajo. En trayectos de paseo se puede disfrutar incluso más del paisaje y del entorno que si se va en bici, y en recorridos rutinarios, su mayor facilidad de transporte otorga un extra de utilidad al que se puede sacar gran partido, tanto como vehículo individual como de apoyo del coche o del transporte público.
El casco sigue sin ser obligatorio, pero debería utilizarse siempre, entre otras cosas porque los patinetes tienen un equilibrio precario. Basta, eso sí, un poco de habilidad y tiempo de uso para que el cuerpo se acostumbre y poder manejarlos con solvencia. En línea recta son estables, y aceleran y frenan con seguridad. Y en los giros, no tanto, pero tampoco plantean problemas. En cambio, ante un imprevisto, que requiera frenar y esquivar un obstáculo con rapidez, se muestran menos eficaces y operativos que una bici.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram