Salpicadero, chófer o guantera son algunas de tantas palabras que se usan día a día sin pensar en su origen o por qué forman parte de las definiciones del mundo del automóvil. Y eso que en muchas ocasiones su procedencia es bastante curiosa: un capó es un abrigo, una bujía una vela de cera o un sedán es un asiento.
Chófer es el que calienta
El diccionario de la Real Academia Española define claramente que un conductor es la persona que conduce. Parece que en latín ya se usaba conductor, conductoris para la persona que manejaba las cuadrigas de la época. Pero ¿qué pasa si hablamos de un chófer? ¿El origen es el mismo? Claramente no: la palabra chófer tiene su origen en la palabra francesa chauffeur, que significa ‘el que calienta’, que a su vez procede del latín calefacere.
Este nombre se debe a que en Francia en el siglo XIX se denominaba así a los fogoneros de las locomotoras de carbón; al comenzar el uso del automóvil se trasladó directamente del fogonero a la persona que “calentaba” el coche con la manivela para arrancarlo y por lo tanto al conductor o chófer.
Una limusina es una capa
De nuevo el ser uno de los países pioneros en apostar por la industrialización del automóvil hace que muchas de las palabras que tienen que ver con el sector sean de procedencia francesa. En este caso limusina es una prenda típica de la región francesa de Limousin. Una especie de capa amplia con la que sus habitantes se cubrían. Al desarrollarse la industria del automóvil en Francia, la palabra limusina sirvió para designar a los primeros vehículos de motor en los que un grupo de pasajeros quedaban protegidos por una amplia cobertura envolvente y que además iban separados del conductor.
Un capó lleva capucha
Al igual que limusina tiene relación con una capa, ‘capó’, la palabra que denomina a la cubierta del motor de un automóvil, también fue una prenda de vestir. En concreto un abrigo con capuchón que comenzó a usarse en Francia (capot) en el siglo XVI, aunque no pasó directamente de ser prenda de abrigo al mundo del automovilismo, sino que ya en el XIX se denominaba capot a la tapa que cubría las ruedas de paletas de los barcos de vapor.
El primer cabriolé, sin gasolina
El cabriolé, otro término de origen francés, cabriolet, es un antiguo carruaje de dos ruedas provisto de capota y con puerta en la parte delantera que se cierra en dos hojas hasta la altura de las rodillas. Por similitud, los coches descapotables, a los que también conocemos como convertibles, se les comenzó a denominar con el término de cabriolé, popularmente ‘cabrio’, ya que este tipo de carrocería no lleva techo o puede o bien quitarse o bien plegarse y guardarse en el maletero. Este techo, denominado capota, puede ser de vinilo, tela, plástico o de metal.
Un cupé es el que está cortado
Cortar en francés se dice couper. Este es precisamente el origen del término que se aplicaba a determinados coches de caballos, donde el corte hacía referencia a los habitáculos de cuatro plazas que quedaban divididos dejando dos plazas abiertas delante, donde estaban el conductor y un acompañante, y dos plazas cerradas detrás para los pasajeros. Más tarde, al evolucionar la industria de la automoción y cuando comenzó el gusto por conducir, la sección de los pasajeros pasó a ser la del conductor y por eso el cupé se ha quedado en un vehículo tan solo de dos plazas.
Lo cierto es que a lo largo de la historia, y por cuestiones de marketing propias de algunas marcas, la denominación cupé se ha identificado con modelos con aire deportivo, de ahí que muchas veces se llame erróneamente cupés a los descapotables. También los varapalos de las modas han hecho que en ocasiones se confunda a los sedanes de dos o tres puertas con cupés.
También se identifica a los cupés como coche biplaza (conductor y un pasajero), pero lo cierto es que mucho de ellos llevan un par de diminutas plazas más detrás homologadas, pero normalmente bastante incómodas, a no ser que se sea muy pequeño.
Berlina: el inicio del estilo alemán
En esta ocasión el origen de la palabra tiene relación con la capital alemana, Berlín, ya que fue la primera ciudad donde se comenzaron a usar carruajes de cuatro ruedas tirados por caballos, cerrados, con techo rígido y con puertas. De ahí que después se haya conservado esta denominación para los automóviles de cuatro puertas.
Aquel carruaje creado en 1660 en Berlín por F. Chiesa, que trabajaba a las órdenes del duque de Prusia Federico Guillermo, introducía la innovación de llevar la caja del habitáculo suspendida sobre dos largueros que ofrecían cierta amortiguación, y por lo tanto propiciaban una mejora importante en cuanto a comodidad. Esta relación de vehículo confortable, amplio y destinado a varios viajeros es una de las causas por las cuales los fabricantes de coches comenzaron a usar el término berlina.
Un sedán es un asiento
La palabra sedán viene del inglés sedan, que a su vez parte del latín sedere (sentarse), lo que en la Inglaterra del siglo XVII definía un tipo de asientos cubiertos. Hoy, la definición más rápida de sedán es un automóvil para cuatro o cinco viajeros que tiene el maletero separado del habitáculo. A partir de aquí ya puede tener dos puertas o cuatro, o acabar el maletero en ‘fastback’, cuando el vidrio trasero cae en un plano inclinado aerodinámico hasta el final del coche, o en ‘notchback’, que es sinónimo de tres volúmenes y que se evidencian por el quiebre claro de la carrocería en un baúl final.
El primer salpicadero fue una tabla
En la época anterior a los automóviles, los carruajes incorporaban, bajo los pies del conductor, un tablero de madera que protegía a este de las salpicaduras de barro. De ahí pasó a denominarse también ‘salpicadero’ en los coches de motor al tablero vertical que protegía las piernas y parte del tronco del conductor de las salpicaduras de agua y barro que pudieran generarse al rodar por las carreteras, algo que después, a lo largo de los años, se ha ido llenando de instrumentos, botones, salidas de aire, guanteras y hasta pantallas multimedia.
Las guanteras ya no llevan guantes
Los primeros prototipos de automóviles llevaban incorporada una caldera de vapor cuyo funcionamiento era el mismo que el de las máquinas locomotoras de la época. Estas calderas desprendían mucho calor, por lo que todas las operaciones para la puesta en marcha y conducción del auto debían hacerse con unos guantes protectores.
Estos guantes convenía tenerlos siempre a mano, por lo que comenzaron a habilitarse lugares específicos para poder recurrir rápidamente a ellos cuando era necesario. A este habitáculo comenzó a llamarse guantera, término que ha llegado hasta nuestros días, aunque en ellas ya (casi) nadie lleve ningún guante.
Las bujías vienen de Argelia
Este es uno de los términos que más se identifica con la automoción y su origen es muy diferente al de las palabras anteriores. Bujía proviene de Bougie, denominación francesa de la ciudad argelina que hoy se llama Bejaia o Bijaia, de donde provenían las velas de cera conocidas desde el siglo XIV como chandelle de Bougie. Por su popularidad, todo el mundo comenzó a llamar bujías a las velas de cera. Y debido a la chispa que produce la bujía y su parecido con una vela, esta conocida pieza del motor de combustión adoptó rápidamente este nombre.
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