Como establece la ley, este martes se celebran las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El próximo inquilino o inquilina de la Casa Blanca prestará juramento el 20 de enero de 2025 y tendrá que despedirse de algunos de sus hábitos: conducir será uno de ellos.
La persona que preside Estados Unidos no puede conducir un coche: ni durante su mandato, ni después de él. Sólo pueden ir como pasajeros y al volante siempre irá un agente entrenado en maniobras evasivas.
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Prohibido conducir
Esta es la razón por la que no se verá a Joe Biden con su Chevrolet Corvette Stingray de 1967. Es el mismo motivo por el que no se ha visto conduciendo a Obama, George W. Bush o Bill Clinton. ¿La razón? Todos cuentan con el amparo del Servicio Secreto de Estados Unidos.
La Ley de Expresidentes de 1958 otorga el derecho a “protección de por vida proporcionada por el Servicio Secreto de los Estados Unidos”. Una de las normas de este cuerpo es la prohibición de ponerse al volante de un vehículo de motor.
Esta restricción se hace extensible a quien ocupa la vicepresidencia de Estados Unidos. Para el presidente es de por vida, mientras que para la persona autorizada a actuar en nombre del presidente es válida hasta seis meses después de la finalización de su mandato.
El asesinato de John F. Kennedy
Esta norma fue adoptada en 1963: después del asesinato de John F. Kennedy. Razón por la que Lyndon Johnson, su sucesor, fue el último presidente de Estados Unidos que codujo por la vía pública en 1964.
Lo cierto es que no es una ley, sino una norma. A pesar de ello, el servicio secreto la hace cumplir estrictamente y todas las partes se han adherido a ella desde entonces.
Como buena norma, cuenta con una excepción. Los dirigentes pueden solicitar una suspensión temporal para conducir, incluso, en alguna de sus propiedades privadas. Así es como Joe Biden se puso al volante de su Chevrolet Corvette junto a Jay Leno, George W. Bush hizo lo propio con un Ford F-250 Super Duty en su rancho de Texas y Ronald Reagan con un Jeep Scrambler.
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Desde que aprendió a hablar y escribir, una de sus pasiones siempre fue contar todo lo que pasaba a su alrededor. Hizo las maletas y cambió Zaragoza por Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Antes de graduarse, el mundo del motor se cruzó en su camino… y nunca lo ha abandonado.