¿Según la IA, son más fiables los coches eléctricos o los de combustión? La respuesta que muchos conductores no esperaban

Durante años, la fiabilidad de un coche se medía, mayormente, por su capacidad para arrancar cada mañana a la primera. Hoy, en plena era eléctrica, esa definición se tambalea. ¿Son los coches 100% eléctricos realmente más fiables que los de combustión? La inteligencia artificial, tras analizar millones de datos de mantenimiento, averías y opiniones de conductores, ofrece una respuesta que no deja indiferente a nadie.

Lo cierto es que la inteligencia artificial no tiene emociones, pero sí patrones: y esos dicen que los eléctricos ganan en fiabilidad mecánica, aunque pierden terreno en la confianza de los usuarios. El coche perfecto, por ahora, sigue siendo una mezcla entre la precisión del futuro y la robustez del pasado. Para sacar conclusiones válidas se va a analizar, a continuación, cada sistema de propulsión.

Coches eléctricos

Los motores eléctricos, en principio, parten con ventaja. Su mecánica es más simple: no hay embrague, ni caja de cambios, ni cientos de piezas móviles que puedan fallar. Menos fricción, menos desgaste, menos visitas al taller. Además, los eléctricos permiten un control preciso del vehículo, lo que reduce errores mecánicos y mejora la experiencia de conducción. Es como pasar de un reloj de cuerda a uno digital: ambos marcan la hora, pero uno lo hace sin esfuerzo.

Sin embargo, no todo es perfecto bajo el capó silencioso de un eléctrico. La batería —su corazón— sigue siendo su mayor punto débil. Con el tiempo pierde capacidad, y su sustitución es muy costosa, aunque suele ser poco frecuente ese cambio. A eso se suma la dependencia de software y actualizaciones, que pueden convertir una avería digital en una pesadilla técnica. Algunos usuarios lo resumen con ironía: “El coche no falla, pero el wifi sí”.

Coches de combustión

Por el contrario, los coches de combustión tienen algo que los eléctricos todavía no han conseguido del todo: la confianza construida durante décadas. Los mecánicos los conocen de memoria, las piezas abundan y las reparaciones son, en general, más previsibles. Pero esa fiabilidad viene acompañada de un mantenimiento más frecuente y un consumo que no siempre juega a favor del bolsillo.

Al final, la fiabilidad depende tanto del tipo de motor como del tipo de conductor. Quien busca sencillez y menor mantenimiento se sentirá más tranquilo con un eléctrico. Quien prefiere la seguridad de lo conocido y la autonomía sin preocupaciones seguirá apostando por la gasolina o el diésel.