¿Quién dijo que las naked son de paseo? Yamaha acaba de demostrar que no hace falta un carenado para saber lo que es la conducción deportiva, que no necesitas una ‘R’ en tu nombre para disfrutar de la conducción y la velocidad. Llega la mayor de las MT, la MT-10.
Con la base técnica de la R1 (con la que comparte su chasis de aluminio tipo Deltabox y el origen de su motor), parece y es un auténtico monstruo. De su estética poco hay que decir, porque salta a la vista. Yamaha ha optado por un diseño futurista, lleno de ángulos y superficies afiladas, con un frontal asimétrico que recuerda a BMW y con unas combinaciones cromáticas de lo más llamativas (Night Fluo, Tech Black y Race Blu).
Su corta distancia entre ejes (1.400 mm) debería hacerla bastante manejable y cuenta con una parte ciclo envidiable, que incluye doble disco de freno delantero de 320 mm, pinzas de cuatro pistones, ABS, horquilla invertida de 43 mm delante y hasta un control de tracción con tres configuraciones diferentes.
Su propulsor es un CP4 de un litro derivado del que emplea la R1, aunque todavía no se ha desvelado cuál será su potencia. Hay varios mapas de motor, además de distintos modos de conducción que optimizan el rendimiento de la moto según las circunstancias, desde rodar tranquilamente hasta llevar a cabo una conducción deportiva. Un detalle interesante es que la caja de cambios, manual de seis relaciones, tiene la función opcional “Quick Shift”, que permite subir y bajar marcha sin necesidad de tocar el embrague.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.