Las cifras hablan solas: 85 millones de automóviles saldrán de las plantas de producción de todo el mundo para incorporarse a las calles y carreteras solo en este año que termina. Y las previsiones apuntan a superar los 100 millones entre 2020 y 2025, a más tardar.
El desarrollo de los países emergentes está tirando de la producción de automóviles a marchas forzadas. Cada año se abren nuevas fábricas, la mayoría en China, para atender una demanda imparable. El resultado es que el parque automovilístico mundial, que superó los 1.000 millones de vehículos en 2011, podría llegar a 2.500 en 2050 empujado principalmente por la motorización del gigante asiático, pero también de países muy poblados, como India, Brasil, Rusia, Indonesia, México y otros.
Las tasas de motorización refuerzan la credibilidad de los pronósticos y confirman que aún queda mucho recorrido: mientras en 2010 había en EE UU alrededor de un vehículo por cada 1,3 personas, en China la relación se quedaba en uno cada 17 habitantes. El dato da idea del margen de crecimiento que tiene por delante solo en el país asiático. Y las tasas de India y otros mercados son mucho más bajas.
El aumento del mercado mundial solo confirma que las nuevas clases medias de los países en desarrollo quieren disfrutar las mismas comodidades que las del primer mundo, entre ellas una de las más apreciadas: la libertad de transporte individual que aporta el automóvil. Y no hay ningún argumento moral ni económico para negarles ese derecho.
La realidad indica que cerca del 99% de todos esos recién nacidos de cuatro ruedas que se han fabricado a lo largo de 2014 y los que ya llevan años circulando, seguirán quemando combustibles fósiles y colaborando al calentamiento global de la atmósfera. Y para la industria del automóvil, encontrar la solución a este problema se ha convertido en el gran desafío pendiente y la clave para lograr su supervivencia a largo plazo. En consecuencia, cada año se invierten miles de millones de euros en investigación y desarrollo para bajar las emisiones y consumos con la meta de reducirlas a cero en un plazo más o menos cercano. Solo el Grupo VW ha anunciado que invertirá 41.300 millones de euros entre 2015 y 2019 para ofrecer nuevos modelos más sostenibles.
Mejora continua
La industria del automóvil se ha enfrentado siempre a una feroz competencia que ha exigido desarrollar productos cada vez más evolucionados. Pero la primera crisis del petróleo de 1973 y la consiguiente subida del precio de los combustibles provocó un cambio de escenario: la reducción del consumo se convirtió en un objetivo comercial prioritario. Después y de forma mucho más acusada desde que empezó el nuevo siglo, el cambio climático ha acelerado el proceso hasta convertirlo en estratégico.
Durante casi todo este período de tiempo, los esfuerzos se han centrado principalmente en mejorar la eficiencia y limpieza de los vehículos evolucionando los motores térmicos, tanto de gasolina como de gasóleo. Pero la mejora se ha ido extendiendo a todo el coche y en especial a lo que incide en su rendimiento, como la aerodinámica y el peso. Así han ido llegando avances como la inyección electrónica o los catalizadores, que marcaron un antes y un después en la historia del automóvil. Y tras el espectacular desarrollo de los motores turbodiésel en los años 90 y la primera década del siglo XXI, ahora le ha llegado el turno a las mecánicas de gasolina. Tras incorporar la inyección directa ahora afrontan una etapa de jibarización para reducir sus cilindradas y añadir un turbo como ayuda para poder ofrecer las mismas prestaciones con consumos y emisiones inferiores.
Todas estas mejoras han venido fomentadas también por las cada vez más exigentes normas anticontaminación de la Unión Europea. La primera fue la Euro 1 en 1993 y la última la Euro 6 que entró en vigor en septiembre de 2014. Entre los resultados obtenidos destacan algunos como los de los diésel, que desde los años 90 han reducido un 99% sus emisiones de partículas y un 98% las de óxidos de nitrógeno (NOx) según un estudio de la marca alemana Bosch. Además, a partir de 2020 los fabricantes de automóviles tendrán que reducir por debajo de 95 g/km las emisiones medias de CO2 de las gamas de vehículos que comercialicen en nuestro continente.
Un futuro con emisiones cero
Las mejoras en la reducción de los consumos y emisiones de los motores convencionales habrían sido suficientes a medio plazo para el sector del automóvil si no se hubiera producido el crecimiento geométrico del mercado chino en la última década. Pero el aumento de las ventas y el previsible despegue de otros países emergentes ha obligado a endurecer las normativas. Y la última de 95 g/km de CO2 de media para 2020 solo se puede conseguir con un elevado número de modelos con apoyo eléctrico, en especial los de mayor tamaño. Así que el proceso exigirá acelerar la electrificación y ayudará a llegar antes al final del camino, cuando el automóvil logre una compatibilidad completa con el medio ambiente y todos los vehículos sean de emisiones cero.
La electrificación del automóvil empezó de forma efectiva hace casi un par de décadas con los primeros modelos híbridos o HEV (Hybrid Electric Vehicles), que recuperaban energía al frenar y cargaban unas baterías suplementarias (de 1 a 1,3 kWh) para ayudar al motor térmico o permitir recorrer pequeñas distancias de un par de kilómetros como máximo solo con la energía de las pilas. Sin embargo, y a pesar de las evoluciones que han tenido los híbridos, el paso de gigante se está dando ahora con el despliegue de los híbridos enchufables o PHEV (Plug-in Hybrid Electric Vehicles) que empiezan a llegar. Todos ellos combinan un motor convencional y otro eléctrico. El primero permite afrontar los viajes como cualquier coche normal. El eléctrico se alimenta con unas baterías más grandes (entre 6 y 12 kWh) que se cargan en cualquier enchufe -incluso en marcha con el motor convencional- y permiten recorrer los primeros 30 a 50 kilómetros de cada día con la energía eléctrica almacenada sin arrancar el motor térmico. Esta solución permite cubrir los desplazamientos diarios de más de casi el 80% de los conductores europeos sin pasar por la gasolinera durante semanas e incluso meses, salvo cuando tienen que hacer algún viaje. Y es la opción mecánica más limpia y completa disponible en la actualidad.
Los híbridos enchufables o Plug-in son la tecnología de transición mientras se logra la compatibilidad completa del automóvil. Y esto se traduce en un despliegue masivo que se irá acelerando en los próximos años y durará al menos hasta que las baterías de los eléctricos puros puedan ofrecer autonomías suficientes para afrontar los viajes y cumplir como coches únicos.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram