Guido Winkel es un vecino de Mönchengladbach, en Alemania, que quiere reducir al máximo su huella de carbono. Para ello, tiene instalado un sistema de paneles solares en su casa que le da a él y a su familia toda la energía eléctrica necesaria para el día a día.
Guido también se compró un coche eléctrico y, con esa instalación fotovoltaica en casa, podía cargar la batería cuando quisiera y sin problemas. Lo que este conductor no se esperaba es que el propio ayuntamiento de su ciudad le imposibilitara enchufar su coche eléctrico.
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La primera idea de Guido fue sacar un cable de su casa y conectar su coche, que estaba aparcado fuera. Antes de hacerlo, decidió pedir permiso al ayuntamiento, especificando que colocaría una alfombra para proteger el cable. El consistorio le respondió que no, porque los peatones correrían el riesgo de tropezar.
Entonces, pensó otra solución: colocar un brazo giratorio, desde la fachada de su propia casa, para poder sacar el cable de la recarga y recogerlo cuando no estuviera en uso. El ayuntamiento le dio otra negativa, alegando que ese artilugio estropearía el paisaje urbano.
Ni una, ni otra
Pensando que a la tercera iría la vencida, Guido solicitó entonces colocar un punto de recarga estándar en la puerta de su casa, sacando un cable de su propia instalación fotovoltaica que alimentara una columna de carga tradicional. En estr caso también le dijeron que no, alegando que un espacio público no puede ser utilizado de manera privada.
Así, por razones burocráticas, administrativas y legales, este conductor alemán se encuentra con un coche eléctrico que no puede cargar con su propia electricidad que, al ser solar, le sale prácticamente gratis. De esta historia se han hecho eco los medios alemanes, pero de momento, Guido Winkel lo tiene complicado para poder cargar su coche eléctrico en casa.
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