Los Audi y BMW de esta prueba equipan modernos motores 2.0 diésel (190 CV) y el Mercedes un 2.2 (204 CV). El Lexus es un híbrido y reúne un 2.5 de gasolina (181 CV) y un eléctrico (143 CV) que rinden 223 CV (no dan la potencia máxima a la vez). Los cuatro llevan cambios automáticos accionables en el volante, de doble embrague en el Audi y clásicos de convertidor de par en el BMW y el Mercedes. El Lexus no lleva cambio, sino unos engranajes que funcionan como un variador continuo similar al de los escúteres.
En la práctica, el BMW tiene el mejor motor y, junto al Mercedes, ofrece las mejores prestaciones: corren y se recuperan igual. El Audi se sitúa un poco por detrás y el Lexus, a pesar de ser el más potente, acelera con mucho menos brío, y su motor y cambio resultan menos deportivos y contundentes. A cambio aporta un funcionamiento suave y relajante en ciudad, porque funciona mucho tiempo con el motor eléctrico, que entrega toda la potencia al instante y destaca por su tacto silencioso y refinado.
El comportamiento es muy eficaz en los cuatro, aunque salvo el Lexus, los demás equipaban las suspensiones deportivas opcionales, con reglajes más enérgicos y ruedas más grandes que aumentan el agarre en curva. Además, incluyen diferentes programas de uso, con modos Eco, Confort, Sport, Individual, etcétera, que varían la respuesta del cambio, la dirección y otros elementos. El resultado es que todos tienen una estabilidad impecable que permite disfrutar mucho al volante, con unas velocidades de paso en curva tan elevadas que solo permiten explorar sus límites en un circuito. Sin embargo, hay matices diferenciadores.
El Mercedes se muestra más directo y deportivo de reacciones, con un tacto preciso que da mucha seguridad y permite conducir más relajado. El BMW va también muy bien y es el que ofrece más margen para personalizar la respuesta, con un modo Sport + que desconecta hasta el control de tracción (no el de estabilidad), pero con este programa resulta más vivo de reacciones y exige más al conductor.
El Audi, en cambio, ofrece la suspensión más equilibrada, con una respuesta deportiva y eficaz, pero a la vez más suave y cómoda en los baches. Y el Lexus es el más tranquilo y burgués, porque balancea más en las curvas y, como pesa casi 200 kilos más por su doble mecánica híbrida, resulta más lento y menos ágil de reacciones y sobre todo en los cambios de dirección. Se disfruta mucho, porque es muy fácil de conducir y viaja bien, pero presenta límites de adherencia inferiores a los otros.
El Audi, por su parte, es el único de tracción delantera (propulsión trasera los demás), pero entra en las curvas igual de bien y no se echa en falta la mayor agilidad que otorga en teoría el esquema mecánico de transmisión de los otros tres. El Audi y el Mercedes han frenado mejor, y el BMW y el Lexus necesitan algunos metros más para detenerse. Y aunque todos ofrecen una calidad de conducción sobresaliente y exquisita, el A5 se sitúa un poco por encima de los demás.
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