La oferta del sector del automóvil en un mercado como el español puede llegar a resultar sencillamente abrumadora. Decenas de marcas, cientos de modelos y cerca de 6.000 versiones entre las que elegir, diferenciadas por múltiples características definitorias del producto: desde su tamaño hasta la motorización, pasando por el tipo de carrocería, el equipamiento y, desde luego, el precio.
La cantidad de dinero que se invierte en este proceso suele ser elevada para cualquier economía media y acertar no siempre es sencillo. Es por ello importante no precipitarse y meditar las exigencias o necesidades que nos planteemos, en un trayecto hacia la compra que no hay que dejar nunca en manos del azar o la improvisación:
Definir en presupuesto
Puede parecer una obviedad pero conviene empezar por lo más importante en el momento de realizar cualquier compra, definir de cuánto dinero se dispone para ello. Es el parámetro que marcará en gran parte el resto de las decisiones, de nada sirve tener claro lo que se quiere o se necesita si a continuación el presupuesto no es suficiente para satisfacer tales expectativas. Hay que marcarse una cantidad límite para la inversión, analizar las fórmulas con las que se satisfará (a menudo mediante financiación u otros modelos, como el rénting) e incluir en esa horquilla los modelos que pueden resultar de interés. Y sería deseable no circunscribirse a la propia adquisición del vehículo sino tener también en cuenta los gastos ulteriores, como el mantenimiento o el seguro.
Decantarse por un combustible
El siguiente paso será definir el tipo de combustible que mejor se adapta a nuestras necesidades, un abanico de posibilidades que hoy es más amplio que nunca. Los básicos son la gasolina o el diésel pero cada día aumentan los compradores que introducen en la ecuación alternativas como los híbridos, eléctricos, GNC, GLP… Para ello se hace obligado un estudio pormenorizado de los kilómetros recorridos, la diferencia de precio entre los combustibles, el consumo y la brecha en los precios de venta de versiones correspondientes de cada tipo. No es simple llegar a una conclusión puesto que son muchos los aspectos a tener en cuenta y las diferencias entre ellos, menores. Sin olvidar la tendencia urbanística que apunta a la cada vez más probable limitación del tráfico en el centro de las grandes ciudades en base a la emisiones de los vehículos.
Estilo de carrocería
Otro universo por explorar, muy relacionado con el tipo de utilización que se vaya a dar al vehículo pero también con preferencias tan personales como el diseño o la representatividad. Utilitario, ranchera, cupé, berlina, descapotable, los tan de moda SUV, tres o cinco puertas… y dentro de cada una de estas tipologías decantarse por un tamaño concreto. Dependiendo de los periodos en los que habitualmente se realice la renovación del coche se puede afinar la elección hacia la inmediatez o mirar más en el futuro: una pareja joven posiblemente tenga suficiente en principio con un compacto o les apetezca disfrutar del encanto de un cabrio pero quizá deberían mirar algo más allá y valorar si piensan en tener familia. Comprar un coche tiene mucho de aspiracional y también un elevado componente emocional, sin embargo conviene ser pragmático en este sentido para impedir que la vista se nuble más por el deseo que por lo inteligente.
Seleccionar los candidatos
Una vez definidas las necesidades y preferencias que nos planteamos, lo que no es una cuestión baladí, conviene realizar un repaso a los candidatos que se ciñen a este pliego de condiciones con una primera lista de todos ellos. Gracias a las ventajas de Internet esta tarea es hoy mucho más sencilla que hace unos años, bien sea a través de los sitios oficiales de las marcas o de publicaciones especializadas que ofrecen ingente cantidad de información al respecto.
Estudiar el mercado
De esa relación inicial de posibilidades, a continuación hay que descartar las menos convincentes por razones subjetivas: diseños que no gustan, marcas poco atractivas para el comprador, modelos algo anticuados… A partir de esa selección final queda el trabajo de conocer las condiciones comerciales de los candidatos, aspectos coyunturales que lleguen a dar prioridad a uno de ellos como pueden ser promociones especiales, ofertas de concesionarios, disponibilidad de unidades de kilómetro cero, valoración del coche sustituido en caso de existir o ventajas de financiación. Para todo ello se puede recurrir igualmente a un proceso de información a distancia, aunque llegados a este punto ya comienza a ser recomendable el contacto directo con el concesionario.
Probar el coche
Nos vamos aproximando al objetivo, a la decisión final. Y para ello, nunca deberíamos comprar un vehículo sin probarlo previamente para tener el convencimiento de que se ciñe a nuestras expectativas. No siempre es posible pero sí cada vez más frecuente, los concesionarios disponen de unidades de test de los modelos populares para los clientes potenciales interesados en ellos y una simple toma de contacto con el vehículo puede resultar más esclarecedora que todo el estudio previo teórico que se haya realizado. Es importante que la prueba sirva para refrendar la idea preconcebida… pero casi más que nos confirme que no estamos cometiendo un error de bastantes miles de euros.
Cerrar la operación
¡Eureka! Ya tenemos al ganador, el coche que deseamos o que simplemente necesitamos se define con marca, modelo, versión, equipamiento, opcionales… Sólo nos queda buscar el mejor precio posible que nos puedan ofrecer y que ya sabemos puede variar de forma significativa dependiendo de factores diversos. Así que con la cantidad más ajustada plasmada en un presupuesto por escrito, la larga travesía llega a buen puerto y podemos empezar a disfrutar de nuestro flamante automóvil (todo esto, con las variables correspondientes, es igualmente aplicable a una motocicleta).
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