Los radares proliferan por todo el mundo, aunque no por igual, ni en los diferentes países ni tampoco en las principales capitales. A escala planetaria, las urbes con más cámaras son Moscú, Seúl y Nueva York, pero Anyang, en Corea del Sur, es la población con mayor densidad de radares de todo el globo, en cajas por cada 100 kilómetros de carreteras, otro aspecto casi más importante que el número total.
En España, por su parte, Madrid y Barcelona son las ciudades que acumulan más dispositivos para el control de la velocidad, hasta 86 cada una, mientras que Teruel, Ourense y Castellón de la Plana solo cuentan con uno. Y Barcelona es asimismo la que presenta mayor concentración.
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Son algunas de las conclusiones del estudio reportado por Budget Direct, que está realizado con las información extraídas de la base de datos mundial de radares, The Worldwide Speed Camera DataBase, y que puede servir como herramienta de ayuda al conductor.
España, más bien pocos
España se encuentra en un punto bajo de la tabla comparativa entre los países europeos, con una densidad de solo 0,38 radares por cada 100 kilómetros de carretera. Esto la sitúa ligeramente por encima de Francia (0,33), Lituania (0,30), Bielorrusia (0.35) y Eslovenia (0.30); pero muy lejos de los líderes en este campo que son Andorra (7,88), San Marino (2,91) y Bélgica (2,51).
En lo que respecta a las ciudades, la situación es bastante variada. Así, las dos urbes que más radares tienen son Barcelona y Madrid, ambas con 86 dispositivos, sin embargo, el menor número de kilómetros de carreteras de la Ciudad Condal hace que la densidad sea mayor, 5,72 , aupándola hasta el puesto 118 de la lista, mientras que la capital se queda en 1,63 y ocupa la posición 426 del ranking, de un total de más de 1.000.
El podio de ciudades españolas con mayor densidad lo completan San Sebastián (3,7 radares/100 km) y Valladolid (3,09); y las que menos son Castellón de la Plana y Elche (0,11 en ambos casos), así como Pontevedra (0,15).
Atendiendo al número de radares totales, tras Barcelona y Madrid se encuentra Zaragoza, con 29, mientras que ciudades como Ferrol, Teruel, Talavera de la Reina, Orense, Pontevedra y Castellón de la Plana solo tienen uno cada una.
Por ciudades
La urbe en la que mayor densidad de radares hay es Anyang, en Corea del Sur. La situación de ésta es peculiar ya que, debido a lo reducido de su red viaria, se convierte en la que mayor cantidad de dispositivos acumula por kilómetro: nada menos que 46,1 cámaras por cada 100 kilómetros o, lo que es lo mismo, un radar cada 2,17 kilómetros. Además, se coloca octava mundial por número de puntos de control.
El único caso con una situación más o menos pareja es Moscú, en el que el ratio es de 41,86 cada 100 kilómetros. Es, asimismo, la única ciudad que no pertenece a Corea del Sur que entra en el top 10, pues el resto de puestos están copados por poblaciones del país asiático, uno de los más camerizados del planeta.
En cuanto a volumen total, Moscú es la primera con 2.408 radares, seguida por Seúl con 1.441, Nueva York con 1.340 y Sao Paulo con 1.183. A partir de ahí, ninguna supera el millar, siendo Londres la que más se acerca, con 875.
Por países
Andorra es el país que presenta mayor densidad de estos dispositivos de control, porque tiene 36 radares distribuidos en una red vial bastante pequeña (457 kilómetros), dando como como resultado un promedio de 7,88 cámaras por cada 100 kilómetros.
En el extremo opuesto hay una cantidad enorme de ciudades que apenas cuentan con un solo radar en sus carreteras, decenas y decenas de urbes repartidas a lo largo y ancho del globo, entre las que destaca la presencia de una gran mayoría de poblaciones japonesas, algunas brasileñas y otras estadounidenses.
El elemento diferencial aquí es la densidad de dispositivos, que coloca en la cola de la lista a cuatro lugares en la que la concentración de cámaras es de apenas 0,01 por cada 100 kilómetros: Houston y San Antonio, en Tejas, Estados Unidos; Ulaanbaatar, en Mongolia; y Sapporo, en Japón.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.