La última noche del año se presenta, tradicionalmente, como un escenario de excesos donde las cenas copiosas y el brindis con alcohol son los protagonistas. Sin embargo, en medio del ambiente festivo de Nochevieja, surge un hábito sumamente peligroso y a menudo subestimado: el consumo simultáneo de alcohol con fármacos de uso común como el paracetamol o el ibuprofeno.
Esta práctica, lejos de ser inocua, esconde riesgos que pueden derivar en daños orgánicos severos y, lo que es más crítico en estas fechas, en una pérdida drástica de las capacidades necesarias para la conducción.
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A la hora de ponerse al volante, la única tasa realmente segura para prevenir accidentes es 0,0, ya que incluso pequeñas cantidades de alcohol alteran los reflejos. La combinación de bebidas con fármacos como el paracetamol puede provocar mareos y somnolencia, comprometiendo gravemente la capacidad de reacción del conductor.
Esta interacción potencia efectos adversos que van desde la pérdida de concentración hasta dificultades respiratorias, elevando el riesgo en carretera. Por tanto, para garantizar una conducción segura y evitar daños irreversibles, es fundamental no haber bebido nada si, además, se ha ingerido medicación.
El hígado en el punto de mira
La normalización del consumo de alcohol en España ha provocado que muchos ciudadanos minimicen el riesgo de combinarlo con analgésicos. No obstante, la realidad bioquímica es implacable. Tanto el alcohol como el paracetamol se metabolizan principalmente en el hígado. Cuando se ingieren juntos, este órgano sufre una sobrecarga que eleva drásticamente el riesgo de toxicidad hepática.
Los profesionales médicos son muy claros. El consumo de alcohol puede potenciar la toxicidad del fármaco, con efectos especialmente graves si las dosis de ambos son elevadas. En el caso del ibuprofeno, su uso crónico combinado con bebidas alcohólicas incrementa notablemente el peligro de sufrir gastritis o úlceras gástricas.
Un cóctel que anula los reflejos
Aunque el paracetamol y el ibuprofeno se utilizan habitualmente para tratar desde dolores musculares hasta estados febriles, su interacción con el alcohol altera el sistema nervioso central. Esta mezcla puede provocar síntomas como:
- Mareos y somnolencia.
- Náuseas y dolor de cabeza.
- Dificultades respiratorias o alteraciones cardíacas en casos más graves.
Para quien decide ponerse al volante tras las uvas, estos efectos secundarios actúan como un multiplicador del riesgo. La somnolencia reduce el estado de alerta, mientras que los mareos afectan la coordinación motora fina y el tiempo de reacción. Lo que para un conductor sobrio sería una maniobra de frenado instintiva, para alguien bajo los efectos de esta combinación se convierte en una respuesta tardía y errática.
La precaución como propósito de Año Nuevo
El riesgo se agrava en colectivos específicos como los mayores de 65 años, cuyo metabolismo es más lento y suelen estar bajo otros tratamientos médicos. Los expertos insisten en que, aunque la toma puntual de un analgésico no siempre conlleva un desenlace fatal, no es una combinación recomendable bajo ninguna circunstancia.
En definitiva, disfrutar de las fiestas no debe ser una excusa para poner en jaque la salud ni la seguridad de los demás en la carretera. La mejor recomendación es que, si se ha tomado medicación, el alcohol debe quedar fuera de la celebración. Esta Nochevieja, el mensaje es vital: si bebes, no conduzcas; y si se toma paracetamol o ibuprofeno, lo mejor es brindar con agua.
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Entusiasta del motor en toda su magnitud, preferiblemente los V12. Le dijeron que cuatro ruedas eran mejor que dos, por eso se compró otra moto. Claro que también le apasiona cuando van las cuatro juntas. Ha trabajado como creativo publicitario para muchas marcas de coches y motos e hizo la mili en esto de juntar letras en la editorial Luike.
