Con la llegada del frío, el simple gesto de poner en marcha el coche puede convertirse en un desafío para la mecánica. Las bajas temperaturas afectan a componentes clave, y cualquier error puede traducirse en averías costosas. Por eso, conviene desterrar prácticas que quedaron obsoletas con los motores modernos.
Uno de los hábitos más extendidos en vehículos antiguos era pisar el acelerador mientras se giraba la llave. Hoy, esa costumbre no solo es innecesaria, sino que puede dañar piezas como el motor de arranque. Los sistemas actuales, tanto en gasolina como en diésel, están diseñados para arrancar sin ayuda del pedal, regulando automáticamente la mezcla de combustible y aire. Insistir en dar gas solo incrementa el consumo y somete a la mecánica a esfuerzos inútiles.
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El consumo, precisamente, es otro factor a vigilar. Mantener el coche al ralentí durante largos minutos para calentar el motor tampoco tiene sentido. Además de gastar carburante, retrasa el momento en que el propulsor alcanza su temperatura óptima. Lo recomendable es iniciar la marcha suavemente tras unos segundos, evitando acelerones bruscos. Así, el aceite circula y las piezas se ajustan sin someterlas a estrés.
Hay casos que requieren paciencia. Los motores diésel más veteranos necesitan que los calentadores actúen antes de engranar la primera marcha. Lo mismo ocurre con los propulsores turbo, que agradecen unos instantes para estabilizarse. En cualquier situación, forzar el arranque es un error grave: girar la llave durante más de unos segundos o repetir el intento sin esperar puede acabar con el motor de arranque averiado.
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Los coches con botón de encendido añaden otra condición: pisar el freno o el embrague para activar el sistema. Este gesto, además, reduce la carga sobre la transmisión y facilita el trabajo del motor de arranque. En modelos manuales, hacerlo siempre es una buena práctica.
En resumen, arrancar bien el coche no depende de acelerar, sino de aplicar sentido común y conocer la tecnología que se lleva bajo el capó. Evitar vicios del pasado, respetar los tiempos y conducir con suavidad son las claves para prolongar la vida del vehículo y ahorrar combustible. Unos segundos de atención pueden marcar la diferencia entre un arranque seguro y una visita inesperada al taller.
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