¿Es malo para el coche saltarse alguna marcha al acelerar o al reducir?

Son muchos los conductores que pasan de segunda a cuarta o de quinta a tercera: ¿qué riesgo supone esta práctica para su vehículo?

Mazda
El cambio manual del Mazda CX-5.

Dice la teoría que en un coche de gasolina hay que subir de marcha alrededor de las 2.500 revoluciones por minuto (rpm) y reducir a partir de 1.500 rpm. En los diésel hay que hacer lo propio cuando se alcancen 1.800 o 2.000 rpm y las 1.300 rpm. Sin embargo, la práctica puede ser distinta: ¿qué pasa cuando un conductor se salta alguna velocidad al cambiar?

Los coches con cajas de cambio manuales dan al automovilista la oportunidad de escoger la marcha más adecuada para cada momento. Para seleccionar una u otra, lo más lógico es subir y bajar de una en una: de esta manera se consigue el rendimiento adecuado del motor. ¿Qué pasa, por ejemplo, cuando se salta de segunda a cuarta o de quinta a tercera?

Saltar de marcha al acelerar

Cuando el coche está acelerando y se quiere cambiar de marcha saltándose alguna, la clave estará en las revoluciones: habrá que alcanzar un número elevado, sin llegar a la zona roja, para que al pasar de segunda a cuarta o de tercera a quinta, el motor no se ahogue.

Si no se hace de esta manera, las revoluciones caerán en exceso y el vehículo perderá potencia. Además, el cambio será muy brusco y el conductor notará cómo el coche se agita e, incluso, se balancea. Esto se debe a que la mecánica ha tenido que llevar a cabo un sobreesfuerzo para transmitir la fuerza a las ruedas.

Hay que tener en cuenta, por otro lado, que ese salto, mal hecho, puede perjudicar al equilibrado del coche y provocar un prematuro desgaste del embrague. Bien hecho, eso sí, puede dar pie a un ligero ahorro de combustible.

Saltar de marcha al reducir

Para reducir saltándose alguna marcha hay que tomar incluso más precauciones porque los riesgos para la mecánica son más elevados que en el caso anterior. Una vez más, la clave está en las revoluciones.

coches electricos

Al contrario que en una aceleración, en una reducción hay que bajarlas. ¿Cómo? Dejando que caigan para evitar que el motor trabaje de más y para no perder el control del vehículo. La forma ideal de hacerlo pasa por soltar el embrague, poco a poco, para igualar la transmisión y el giro del motor.

Es importante porque, si hay una notable diferencia, las revoluciones se dispararán de repente y, en consecuencia, las ruedas traseras se pueden bloquear haciendo que el conductor pierda las riendas del vehículo. En el mejor de los casos, el coche puede sufrir alguna sacudida.

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