Cuándo cambiar de marcha en un coche diésel y en uno de gasolina

Utilizar correctamente la caja de cambios es clave para conducir mejor, gastar menos combustible y evitar averías.

malos hábitos
Apoyar la mano en la palanca de cambios: un gesto menos inocente de lo que parece.

Cada vez son más los vehículos que disponen de un cambio automático, un sistema que se ha hecho imprescindible en los coches de tecnología híbrida o 100% eléctrica. Pero aún son mayoría los modelos tradicionales que llevan una transmisión de accionamiento manual. 

Y en ellos, para obtener todo su rendimiento, habrá que aprender a manejar el cambio adecuadamente. La respuesta, el consumo y el buen estado de los órganos mecánicos dependerán de ello. 

Por lo general, la operación de desembragar y embragar con suavidad el motor y engranar la marcha correspondiente en el momento adecuado es una norma general que se aplica en todos los casos. Pero una regla genérica para saber cuándo llega el momento de actuar sobre la palanca y cambiar a una marcha superior es considerar la velocidad del vehículo como referencia. 

La regla de los 20 km/h

Aunque depende del tipo de vehículo y de los particulares desarrollos de las diferentes cajas de cambios, puede tomarse como norma cambiar de marcha cada 20 km/h. Así, la primera sirve para acelerar hasta 20 km/h, la segunda hasta 40 km/h, la tercera hasta 60 km/h y la cuarta hasta 80 km/h, y así sucesivamente hasta la última marcha, que tiene la mayor desmultiplicación de todas y permite alcanzar la velocidad máxima del vehículo en cuestión. 

Sin embargo, el uso del cambio presenta ciertas diferencias y particularidades según el tipo de motorización de que se trate.  Por ejemplo, en el caso de los motores de gasolina, la respuesta óptima se produce a partir de cierto número de revoluciones que habrá que alcanzar antes de pasar a una marcha superior.

En la mayoría de los coches de gasolina, el momento de cambiar suele situarse alrededor de las 2.500 revoluciones por minuto (rpm), que es el régimen de funcionamiento donde el motor no perderá potencia al pasar de una relación a la siguiente. 

Pero al disminuir la velocidad, también habrá que tener en cuenta esta particularidad de los motores de gasolina, más vivos en su funcionamiento, y lo habitual es bajar de marcha a partir de 1.500 rpm para conservar el poder de retención que ofrece la mecánica. 

Los diésel, más tranquilos

Por el contrario, cuando se conduzca un coche con motor diésel también habrá que adaptar la conducción a sus especiales características. Este tipo de mecánica responde mejor a bajo o medio régimen y, por ejemplo, es más difícil que se calen al salir desde parado y no necesitan subir tanto de vueltas para cambiar de marcha. 

Así, cambiar cuando se alcancen 1.800 o 2.000 rpm será en casi todos los casos más que suficiente para obtener un buen rendimiento de prestaciones, evitará forzar innecesariamente la mecánica con un régimen excesivo y se logrará contener el consumo en mínimos.

Y, al reducir de marcha, en este tipo de motores se puede esperar a que el régimen se reduzca hasta unos 1.300 rpm. Es entonces cuando dispondrá de una retención eficaz para reducir la velocidad gracias a su mayor freno motor con respecto a los de gasolina, por ejemplo, en las bajadas prolongadas.  

En resumen, para conducirlos e ir subiendo o bajando las marchas, los motores de gasolina requieren un ritmo más alegre mientras que los diésel, más tranquilos en su funcionamiento, no necesitan subir tanto de vueltas para dar lo mejor de sí.

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