Los controles de alcoholemia y drogas son uno más de todos los mecanismos de los agentes de tráfico para mantener la seguridad vial. Armados con un alcoholímetro, se aseguran de que los conductores circulen en las condiciones óptimas para no provocar accidentes de tráfico.
Las multas por conducir bajo los efectos del alcohol cubren un amplio abanico, dependiendo de los resultados que arroje el aparato, y pueden acabar incluso en cárcel. Igualmente, negarse a someterse a esta prueba constituye un delito (artículo 383 del Código Penal) con pena de prisión de entre seis meses a un año.
Más información
Pero no solo los conductores deben cumplir ciertas normas. Los agentes también deben practicar los controles de alcoholemia siguiendo algunas directrices para que los resultados sean válidos como prueba de la infracción.
Primero, el control se establece con la señalización adecuada y los vehículos se paran en zonas seguras para realizar el test. Si el resultado después de soplar por primera vez es positivo, habrá que repetir el proceso. Con un segundo positivo, el resultado quedaría confirmado y se procedería a inmovilizar el vehículo y emitir la sanción.
Esperar 10 minutos
Otra instrucción que deben seguir los agentes viene especificada en el propio alcoholímetro con una pegatina que reza cómo, o más bien cuándo, se debe realizar esta prueba. En concreto, si el conductor ha fumado, comido o bebido antes de enfrentarse al aparato, habrá que esperar 10 minutos para evitar que los resultados se puedan ver alterados.
De todas formas, los conductores no deben creer en mitos y trucos para librarse de un resultado positivo en alcohol durante esta prueba. La Dirección General de Tráfico recuerda que “ni el café, ni el té, ni darse una ducha, ni dormir un poco son estrategias capaces de reducir los niveles de alcohol”. Tampoco mascar chicle o lavarse los dientes son prácticas que alteren el resultado.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, X o Instagram