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Los tapones de las ruedas son uno de los elementos que más se roban de los coches. Están expuestos a cualquiera, así que son fáciles de sustraer. Los que suelen se robjeto del hurto son de metal, pero hay otros que resultan llamativos por lo raros que son: los tapones verdes de las ruedas.
Es probable que un conductor no los haya visto unos nunca y, cuando los vea por primera vez, piense que es un elemento de personalización más, pero nada más lejos de la verdad. Su color es un indicador de cómo está inflado el neumático.
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Estas ruedas, en lugar de estar rellenas con oxígeno, han sido infladas con nitrógeno, una práctica que todavía no está muy extendida, pero que presenta tanto ventajas como inconvenientes respecto al inflado convencional.
El primer punto a favor es que este gas se ve menos afectado por los cambios de temperatura, ante los que presenta una menor variación de su volumen, lo que significa que se consigue mantener la presión del neumático durante más tiempo. La consecuencia de esto es que ofrece una mayor estabilidad y agarre, además de un desgaste más regular.
Además, con el nitrógeno se consigue que las ruedas se desinflen más despacio, ya que sus moléculas son más grandes y es más difícil que se escapen.
Por último, su composición hace que se evite la oxidación de la goma del neumático y reduce la posibilidad de que se produzcan incendios. Esto último se debe a que, al no tener un comburente, que es el que oxida el carburante para permitir la combustión, ésta no puede tener lugar.
La parte negativa del inflado con nitrógeno
En cuanto a los puntos negativos, el principal es que no existen estaciones en las que el usuario pueda inflar los neumáticos por si mismo. Para rellenar las ruedas de nitrógeno hay que acudir a un taller especializado para llevar a cabo la operación.
Esto, además, hace que el coste de la operación sea mayor que el del inflado tradicional, pudiendo ser de entre 3 y 5 euros por cada rueda.
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