Los cuatro puntos de contacto con el asfalto de nuestro automóvil (dos en el caso de las motos) deben presentar un estado óptimo de utilización, tanto en lo que se refiere a las presiones como al dibujo de la banda de rodadura. Según un estudio realizado por Continental, dos tercios de los conductores desconocen cuál es la profundidad correcta en los neumáticos.
Su funcionamiento ideal se produce entre los cuatro y ocho milímetros. Y, aunque la legislación apunta a un mínimo de 1,6 milímetros, los especialistas recomiendan no bajar en ningún caso de los dos milímetros, momento en el que los conductores deben plantearse su sustitución.
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Para saber si la necesidad es urgente existe un método rápido y sencillo. Solo hace falta colocar un euro en posición vertical sobre la banda de rodadura: si el borde dorado de la moneda queda cubierto por la goma, significará que el neumático es todavía utilizable.
Con un dibujo en malas condiciones, las distancias de frenado y el riesgo de aquaplaning en caso de lluvia se incrementan de forma exponencial, además de verse penalizado el agarre del vehículo en cualquier circunstancia. Por debajo de los 1,6 milímetros obligatorios, un neumático que rueda sobre mojado a 90 km/h pierde casi por completo el contacto con el asfalto, y si esto ocurre el vehículo queda fuera de control. Cuando los neumáticos ya tienen cierto desgaste, conviene coger ese euro y verificar que siguen estando en condiciones para circular con seguridad.
Por si hay alguna duda, todos los fabricantes de neumáticos incorporan unos testigos que resultan visibles cuando se alcanza la profundidad mínima. Sin embargo, es mucho mejor no apurar tanto para evitar un susto. También existen medidores muy económicos (y de gran exactitud) que pueden ayudar en esta tarea, pero el truco de la moneda siempre funciona.
Por otra parte, no solo hay que fijarse en el dibujo. Un neumático puede estar en mal estado aunque mantenga la profundidad, ya que con el paso del tiempo la goma se deteriora, especialmente si el vehículo pasa mucho tiempo estacionado en la calle. Si se ven síntomas de grietas en los laterales, hay que cambiarlos urgentemente.
La presión, también fundamental
En una revisión del estado de las cubiertas de las ruedas también deben tenerse en cuenta otros aspectos, como la presión (un factor muy variable, porque los neumáticos van perdiéndola poco a poco) y el estado de conservación general.
La presión es, sencillamente, el aire que llevan los neumáticos en su interior y que dan consistencia al compuesto. Debe ser la indicada por los fabricantes, que realizan estudios exhaustivos para determinar los parámetros más adecuados para cada tipo de utilización. Generalmente, puede encontrarse en el manual de usuario o en el propio vehículo: en el marco de las puertas o en la tapa de acceso al depósito de gasolina.
Obviamente la presión no puede ser la misma con el vehículo ocupado por solo dos personas que a plena carga con cinco pasajero y mucho equipaje, al igual que pueden existir variaciones entre las necesidades de las ruedas delanteras y las traseras. En cualquier caso, es un dato relevante: según estudios de Michelin, un neumático con una presión inferior al 20% recomendado dura un 20% menos.
Desde noviembre de 2014, todos los coches nuevos vendidos en la Unión Europea incluyen sensor de presión, pero muchos conductores no disponen de él. Si es tu caso, debes medir la presión siempre con los neumáticos fríos, lo que supone que no debes recorrer más de un par de kilómetros hasta llegar a la estación de servicio. Si la distancia es mayor, basta con esperar unos minutos hasta que baje la temperatura.
Hay que buscar un manómetro de aire que se encuentre en óptimas condiciones. No siempre es así en algunas estaciones de servicio, con lo que no es mala ideal disponer de un medidor portátil perfectamente calibrado y que garantizará la precisión necesaria.
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