La fachada del Congreso de los Diputados, en Madrid.

Elecciones y transición energética

La industria del automóvil se enfrenta a la mayor transformación de su historia, con varias revoluciones simultáneas, de la electrificación a la digitalización y la nueva movilidad.

Entre las muchas declaraciones de la conferencia de prensa de las empresas del Grupo Volkswagen en España, celebrada en Madrid el 9 de abril, hubo una de Luca de Meo, presidente de Seat, muy significativa. Se le preguntó qué pediría al Gobierno que salga de las urnas el 29 de abril, y el ejecutivo italiano dio una respuesta que define muy bien la situación del sector: “Un entorno estable que permita una transición ordenada basada en la neutralidad tecnológica. En los próximos años deberán convivir diferentes tecnologías y cada una puede ser la más eficiente según el vehículo y los trayectos que haga”.

Si se hubieran seguido esas premisas —entorno estable y neutralidad tecnológica—, no se habrían producido declaraciones tan desafortunadas como las de la ministra de Transición Energética poniendo fecha de muerte a los motores de combustión. Y se habría evitado el desconcierto de los consumidores, que no saben qué coche comprar, y ha sido clave en el 6,9% de caída de ventas del primer trimestre, casi 25.000 unidades, con la consiguiente merma de ingresos para el sector e impuestos para la Administración, absolutamente evitables.

La industria del automóvil se enfrenta a la mayor transformación de su historia, con varias revoluciones simultáneas, de la electrificación y el coche autónomo a la digitalización y la nueva movilidad. Y esa reinvención va a ser clave para el futuro de España.

En los próximos meses, muchos de nuestros ejecutivos acudirán a las sedes de sus matrices a presentar los argumentos de nuestras fábricas para adjudicarse los modelos del próximo ciclo industrial. Sus fortalezas competirán con las de las factorías del resto del mundo, que, lejos de estar de brazos cruzados, aspiran a quitarnos parte de la tarta.

Así que teniendo en cuenta lo que representa esta industria en España —casi el 10% del PIB, el 18% de las exportaciones y el 9% del empleo—, sería muy deseable que el próximo Congreso de los Diputados se blinde ante luchas partidistas y asuma que la transición del automóvil debe ser un proyecto de país.

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